Aquí encontraran algunos los artículos, investigaciones y ensayos académicos que realicé en los últimos años. Los mismos varían considerablemente en sus temáticas, debido a mi constante curiosidad e inquietud a la hora de interesarme por los fenómenos del mundo. Desde la filosofía a la sociología, desde la historia hasta el pedagogía, o desde artículos de opinión hasta investigaciones periodísticas de actualidad, todos estos trabajos tienen sin embargo un eje común, y este es mi contante voluntad de poner mi cabeza y mi empeño en no conformarme con el mundo que aparece todas las mañanas, el que venden los medios de comunicación, ese mundo que se presenta a si mismo como unidimensional e inmutable.

domingo, 6 de abril de 2014

La madre, el lenguaje primario y el pensamiento poético


Introducción:

La producción de este ensayo esta basada tanto en el interés sobre el pensamiento poético y su ubicación dentro del pensamiento de León Rozitchner, como en la búsqueda de un ser pleno, un sujeto activo dentro de esta sociedad que produce, por el contrario, sujetos atravesados por el terror y la represión, desprovistos de su sentido corpóreo mas vital, su misma materialidad. Por esto la importancia de descubrir las formas especificas de subjetivación en la sociedad cristiana, de dilucidar la verdadera génesis del yo, y las formas de recuperar este origen en medio de una contemporaneidad objetivada, sin sujetos plenos de subjetividad.

Pensar en la génesis es reflexionar sobre la forma de subjetivación del niño,  y preguntarse que elementos influyen el surgimiento del yo. Podemos enumerar, en un primer momento, la influencia de la madre, la unión simbiótica y total del niño y su madre en el primer momento en donde sueño y vigilia aun no están separados;  en un segundo momento, la influencia del mundo externo, en combinación con la influencia del padre, comienzan a contraponer el goce pleno del niño en su convivencia con la madre con objetos que están fuera de ella, el padre como legalidad y como símbolo de represión, en tanto es la figura en la que se centra el terror a la castración; por ultimo la sociedad, y cuando hablamos de ella no podemos dejar de lado la religión o el mito fundante que la atraviesa y la determina. Esta instancia se ocupa de crear un nuevo lenguaje, alejándose de aquel primer lenguaje con la madre, construyendo uno mas objetivo basado en los objetos del mundo compartido, tapando el primero; mas específicamente, el cristianismo es restrictor del yo, predicando la ética del castigo, la auto moderación moral y la culpa, escindiendo y desgarrando el yo. Lo que busco proponer es una instancia de regreso al lenguaje materno como forma de recuperar la materialidad y el génesis del sujeto, por medio de la poesía, considerando que ésta utiliza como fundamento aquel sentimiento materno y arcaico que nunca pudo borrar el cristianismo, a pesar de empeñarse en negarla sistemáticamente.

La búsqueda de este primer lenguaje y sus características, como materia de evocación poética, hace recorrer las formas de pensamiento del niño en relación a la madre, ese lenguaje inicial cargado de sentimiento y afectividad valorativa,  es un lenguaje que está mas allá de la descripción, pues no utiliza palabras. Es esta Madre originaria y ensoñada la que abre el mundo por primera vez, ella es el mundo, determina el ingreso del niño al mundo, es condición de ingreso,  ella es el primer mundo, la realidad mas profunda y memoria sensible y ensoñada, para siempre grabada en la corporalidad sentida.

La madre y el triangulo edipico en la sociedad cristiana:

Como decíamos anteriormente, es pertinente explorar la génesis materna como punto de partida del yo, como principio de existencia del sujeto. Y este primer niño, ensoñado junto con la madre, será atravesado por la disposición familiar y social que implica el cristianismo, determinando una organización específica de las relaciones. Así, cuando el niño aprende a pensar por medio de la conciencia de la cual es condición su propia madre, será interpelado por esta organización social, quedando en medio de estas dos influencias fundamentales.
Para agregar algo mas sobre la potencia  del primer momento materno, que el cristianismo se empeñará en negar, Hegel lo presenta como “dos individuos cuya alma no ha sido separada”. La madre es su existencia inmediata, los ruidos, sonidos y pequeños tactos son su lenguaje primario, relación con la madre en una relación simbiótica, un absoluto corporal. Por eso las experiencias primigenias están mediadas por la actividad materna, y se realizan en un estado de ensoñación puramente subjetivo. Este lenguaje queda como una marca indeleble en lo más profundo de la subjetividad del sujeto, en el inconsciente, en el núcleo identitario del sujeto; estas huellas mnémicas quedan fijadas de manera determinante.

La Madre también es considerada por León como el origen histórico de la civilización, pues es a partir de ella que se da toda experiencia precedente, y es mediante ella que las valoraciones afectivas toman forma en la conciencia y posteriormente en el pensamiento. Es en esta etapa en que el niño aprende a valorar y a dividir la experiencia en principio del placer/ principio de realidad. En esta etapa se dan significaciones arcaicas del comienzo ensoñado, que permiten valorar y dividir, seleccionar mediante el juicio de atribución el resto de las cosas. Afectos, olores, fragancias, texturas, todo un mundo sensorial determinado por aquellas experiencias primarias guiadas por la madre.

Es aquí donde interviene la variable de la cultura, atravesada, como decíamos, por la organización material y subjetiva del cristianismo: el niño, alucinado y ensoñado por la relación perfecta con su madre, se ve amenazado por el acceso a la cultura, mediante la figura pujante del padre, en donde teme que se termine la satisfacción de sus deseos pulsionales. El conocía el mundo a través de su madre, en ese lenguaje primario que compartía con ella, y luego tiene que entrar a un mundo donde hay muchas personas a las cuales tiene que adaptarse. Y el padre, en su rol social de educador y presionador, impulsa al niño a meterse en la sociedad, castigándolo, y enseñándole el lenguaje secundario, el lenguaje del mundo cultural.

Este mundo cultural se determina por el tipo de base mítica que tenga la sociedad, la cual determina la estructura familiar. En este sentido, es importante para pensar en la inserción del sujeto súper subjetivo que es el niño en un mundo social y cultural súper complejo y ajeno a él, el cual le determinará un lenguaje secundario con el cual representara la realidad cotidiana; por eso hay que integrar la variable del cristianismo como base mítica de la sociedad moderna occidental.

El cristianismo planea una trinidad abstracta en donde el lugar de la madre a sido borrado por completo, casi de manera burlona, pues la madre pasa  a ser objeto de una imposibilidad, una madre virgen, que es preñada por un espíritu abstracto, es despojada de la misma esencia de su feminidad que es la sensualidad, y el niño es concebido independientemente del acto sexual. Se le quita entonces valor a los orígenes carnales del humano, imponiendo una creación anterior a la madre, adjudicándole al Dios-Padre primero la concepción del niño, aún antes de que éste existiera físicamente.

El Patriarcalismo de esta trinidad se completa por el Dios-Padre, el hijo, y el Espíritu Santo, ante abstracto y puramente espiritual que es lo mismo que el padre pero que ocupa el lugar de la madre como esencia originaria. Este dios omnipresente y originario ampliará la figura del padre siguiendo la línea de Freud en donde éste es símbolo de ley, terror, castigo, temor a la privación de los deseos, celos por haber estado con la madre pero a la vez borrador de la madre, y miedo por el castigo sexual, que simboliza el fin de la satisfacción de sus pulsiones primarias. Así se elimina el sentido primordial y material de los orígenes del ser, y se crea un sujeto moldeado para la represión, pues el padre, figura avasallante y supresora, estará para siempre en sus orígenes, para siempre dentro de si para controlarlo y castigarlo, aun antes de que cometa un pecado, pues el pensamiento del pecado mismo lo implica de igual manera.

Este castigo y control se exterioriza en las instituciones sociales, como en la escuela y en la familia, en donde San Agustín relata las difíciles penurias que conlleva convivir con una pulsión fuerte y permanente, como lo es el origen materno y es corporalidad sentida llena de deseo y de afecto, en medio de una sociedad marcada por el castigo y la culpa, en donde se vive para la salvación y la existencia espiritual, y se desprecia el cuerpo y sus deseos. Así, el mundo real y exterior, tanto cultural como familiar, actúan como influencias opresoras.

Estas, mediante una técnica constante y minuciosa, imponen el lenguaje paterno en detrimento del materno, eliminando la importancia de aquel primer momento ensoñado, lleno de amor y de afecto, tan imprescindible para el surgimiento del yo y el pensamiento. El cristianismo entonces niega a la madre, niega al origen materno como el fundante del yo, niega el lenguaje arcaico surgido de la comunidad prístina entre el niño y su progenitora, y funda al Padre-Dios en su lugar, diciendo que el lenguaje paterno siempre fue el primero. En palabras de León, el cristianismo, o más bien, el propio adulto escarmentado y temeroso “exorciza el recuerdo de su propia infancia con el esquema mítico y cristianizado del origen espiritual del hombre adulto”.

Analicemos más detenidamente las características de esta alteración de los orígenes.

La génesis invertida:

Como vimos anteriormente deben pensarse los mitos en las sociedades como determinadores de subjetividad; el cristianismo no es tanto una religión como una técnica de subjetivación, una forma de crear sujetos, atravesados por unas determinaciones fuertes. El cristianismo como formación mítica es determinante en la medida en que  crea un triangulo edipico muy llamativo: son tres figuras abstractas, y la madre es virgen y esta negada. Por lo tanto no existe, esta borrada, y de esta manera, se borra el elemento material, la mater, la materia, el cuerpo, lo concreto. Veamos como funciona esta inversión.

El cristianismo comienza a preguntarse por le origen, el pecado y la corporalidad, pero no puede aceptar que la madre sea el origen de la existencia, pues ello le otorgaría un valor fundante. Entonces se encuentra una instancia anterior a la misma madre y al mismo nacimiento:

(…) hay un antes de todo antes donde preexisten eternas las formas de todo lo temporal y pasajero. Antes de la madre hay un Dios-Padre, seminal aunque racional, verdadero generador de su vida, -y generador, por lo tanto, de su propia madre. Agustín preexistía espiritualmente a su propio nacimiento, como Jesucristo preexistía como hijo eterno de Dios antes de nacer en Maria. Hay un antes de la conciencia – concluye entonces- como hay un antes de la vida y del mundo. [1]

Este es el origen invertido del cristianismo, que agranda al Padre espiritual y abstracto por sobre la madre real y corporal, dejando así al cuerpo material en una categoría directamente pecaminosa, en tanto es engendrado por acciones sexuales. Para redimir sus pecados debe negar este origen carnal, y reconocer a su Padre-Dios como su creador primero, y prometer nunca mas volver a pensar en esa madre primera, en su origen carnal. La categoría de cuerpo, aquí, queda reducida de lo que antes era materia del sentimiento afectivo, ahora a fuente de pecado y desprecio.

Entonces, la influencia religiosa obliga a “ignorar” el origen materno, pero de una manera racional, es decir, no pensar en ella, sino pensar, con palabras, en el Dios-Padre creador de vida, presente aun antes de nuestra propia existencia. Lo que esta lógica falla en percibir es que el origen materno, el lenguaje arcaico esta fijado en la corporalidad del niño, es una corporalidad sentida, que para ser eliminada requiere la eliminación de la vida misma. No puede olvidarse pues esta en el mismo origen, en el núcleo mas profundo de la inconciencia. El cristianismo elige no pensar en ello, reprimirlo para que se quede escondido, no invocarlo, pero aun el mismo San Agustín se encontraba a si mismo evocando esa misma materialidad materna, entendida por su moralidad cristiana como pecado, pero rescatada por León como pulsión primordial, que puede emerger súbitamente en momentos de gran emoción, o generar relación con alguna huella mnémica en algún momento determinado.

Se remplaza, de manera brusca, presionando al niño, castigándolo, culpándolo del pecado de su madre,  todo lo maternal por un triple padre abstracto y omnipresente. El lugar del padre-dios se situara justamente en el lugar de la génesis, el lugar de la Magna-mater, el lugar del Origen, la creación primera del pensamiento y la conciencia, pues el lenguaje materno basado en el afecto valorativo y la relación simbiótica entre la madre y el niño en el primer momento es condición de todo pensamiento previo, es condición de la integración del niño al mundo real. Es por es que la inversión de la génesis, de poner al padre castigador en el lugar del origen tapando el real génesis, cargado de afecto materno,  será vital para la creación de nuevos sujetos atravesados por el temor al castigo, que ahora también guarda una vigilancia interna, pues como plantea Rozitchner a través de las Confesiones, el mero hecho de pensar en una acción pecaminosa implicaría cometerla, se iguala por tanto el pensamiento con la acción, lo que maximiza el nivel de sometimiento y autocontrol de los sujetos, cada vez mas sujetos a la nueva “justicia divina” que los vuelve esclavos de la vida futura, desvalorizando el presente, el mundo material y la materialidad del propio cuerpo como impío, portador de pecado, negando la materialidad y la propia historia.

Esta realidad desmaterializada, llena de “padre”, abstracto y omnipresente, en tanto esta dentro de cada uno, llena la realidad de represiones: moral, ley, terror, castración. Esta figura que pone al sujeto a la fuerza en el mundo “real”, el que reprime su principio del placer, porque, como también se expresa en el malestar y la cultura, en la sociedad cultural compartida por miles de sujetos, construida por su interacción, no se pueden satisfacer todos los deseos y las pulsiones, por el fuerte componente moral. El espectro paterno, fantasma amenazante alucinado, pues es imaginación y el temor al castigo, y en particular al castigo sexual, la castración (cabe recordar que en Freud lo sexual, la pulsión erótica es fundante de todos los deseos y pensamientos) ronda vigilante tanto por las calles de lo social como en los pasillos secretos del propio pensamiento personal e individual. La importancia, entonces, de esta inversión fundamental, no es el remplazo en si de un Dios-Padre por la madre, sino el lugar en que esta figura se situara, donde antes estaba la madre:

Ese Dios-Padre abstracto, que la filosofía griega le enseña, insensible y producto del mero pensamiento, para ser algo debe encarnarse sin embargo con los negados contenidos maternos. Agustín debe proporcionarle el afecto que en él suscitó la madre para que ese Padre (que la madre le proclama) exista y tenga consistencia; algo que lo llene. [2]

Este espectro ocupa el lugar faltante de la madre ausente, borrada por la mitología cristiana y por el padre, que es origen mismo, y la materialidad del mundo físico. El Espectro es siempre alucinado, y siempre racional, porque remplaza la lengua materna por el signo y la significación, y es evocado mediante palabras, es decir, de manera artificial, no sentida.

La lucha de los lenguajes materno y paterno:

En el interior del niño se da una batalla entre dos lenguajes, dos formas de leer el mundo y la existencia, por el hecho de estar atravesado por dos formas de existencia: la existencia simbiótica materna, en donde es uno con su madre, en donde no hay palabras que medien entre la acción y el valor, y la existencia cultural y social, en donde la interacción con las distintas personas e instituciones, familia y escuela, otorgan un lenguaje común, una denominación de la cosa, y por tanto, una distancia de la cosa, un existir por fuera del objeto.

Esta lucha varia según el tipo de cultura en que se presente el niño, que es lo mismo que decir el tipo de mito, la religión que determina las relaciones de esos grupos culturales. En el caso del cristianismo, como hemos visto, se utilizara la figura del Dios-Padre para borrar el origen materno e imponerse allí mismo donde la madre la da sentido a la existencia (donde abre paso a la existencia, ella misma es condición de existencia y de pensamiento posterior).

Repasemos primero la génesis del lenguaje materno y su importancia, para entender realmente el acto de inversión que realiza el cristianismo. Hemos dicho a lo largo del presente que el niño nace y es recibido por su madre, de la cual dependerá los primeros años de su vida. En el niño entonces se mantiene una memoria sensible y sensorial donde todo lo imaginario y lo afectivo se encuentra comprendido en una totalidad que no necesita palabras para expresarse, porque es un todo con el cuerpo; es decir, el cuerpo puede entender esas sensaciones que comparte con la madre sin necesidad de conceptualizar. Tal como lo describe Rubén Ríos en Casi todo sobre la madre, esa “madre irrepresentable y pre lingüística que deja su huella en todo hijo” dejará su “marca indeleble en lo mas profundo de la subjetividad de todo sujeto”. Esa voz materna, en este lenguaje particular y profundo, organizará y sintetizará el caos de sensaciones que representa el primer contacto con el mundo, pero que quedará en la memoria nuclear del niño como existencia plena, satisfacción completa de sus pulsiones, un goce compartido e indescriptible. Es este lenguaje el que da sentido y unidad a la experiencia, y es condición sine qua non se puede desarrollar el pensamiento, la conceptualización y el habla.

Este lenguaje, cargado de emotividad y sentimiento, es tapado por el lenguaje secundario, el lenguaje del padre, de la ley, del mundo real, el mundo cotidiano y social. Esta inversión, como vimos, se da mediante la pretensión de la religión cristiana de alterar el origen de la vida, remplazando la madre por el Dios-Padre cristiano. El lenguaje secundario, embanderado por el racionalismo patriarcal pretende abolir y tapar el lenguaje primario (el cual es inoperante para una sociedad compleja pues es pura subjetividad), suplantándolo por una objetividad depurada de ensueño. Esta “ley del padre”, que luego tomara la forma de un súper yo represor, una autoconciencia cargada de moralidad restrictiva, sumerge la ensoñación materna, el lenguaje primario y esencial, pero no logra borrarlo. El cristianismo se avergüenza de el primer origen, lo acalla, pero no puede extirparlo porque esta inscripto en el cuerpo.

Entonces, una diferencia central entre los dos lenguajes, es que la lengua materna es una pura unidad, no hay separación entre lo sensible y lo espiritual, es una unidad integral entre el niño, la madre y la materia; por otro lado, el cristianismo, de la mano de las filosofías griegas, imprime una dualidad en la existencia humana, entre el cuerpo, materia despreciable, y el alma, elemento que nunca llega a definirse concretamente, y que es símbolo de la vida futura que le espera al sujeto libre de pecado.

El problema de la lengua paterna es que no tiene contraparte afectiva, no logra imponer una huella en el sujeto, ni es condición de sentido de la experiencia, como lo es el lenguaje materno. El lenguaje artificial, como describe León, no son más que palabras:

(…) al padre, como concepto, solo le queda espacio en el pensamiento, de las palabras que lo invocan y le dan un cuerpo diferente, sustituto del cuerpo sentido y culpable: un cuerpo de palabras. (…) quiere decir que el propio padre genitor no tiene cuerpo en su cuerpo, que es un padre impotente que no dejó marca.[3]

Contraponiéndolas, la lengua materna simboliza la ensoñación de un mundo arcaico e ideal, la pasión de un mundo perfecto, mientras que el lenguaje paterno simboliza la racionalidad, el pensamiento situado en un mundo físico compuesto por objetos a los que hay que acceder por la negociación de fuerzas productivas y corporales, y fuerzas culturales y simbólicas. Este lenguaje, puramente anclado en los objetos concretos, en la medida en que utiliza palabras que simbolizan cosas físicas, no se compara con el materno, que es ensoñado e ideal, que no usa palabras sino huellas mnémicas, y no es racional sino a-forme. Uno es palabra abstracta; el otro es palabra-pulsión, sentimiento puro.

El momento arcaico y la poesía:

Como veníamos diciendo, el lenguaje materno expresa en su fluidez entre el sentir y el cuerpo una forma total, un movimiento natural; por el contrario, el lenguaje de las palabras es mas racional, y no puede dar cuenta de los momentos arcaicos sin recurrir a conceptos de otro orden, palabras como almo o espíritu, que son formas artificiales de referirse al momento súper subjetivo entre el niño y la madre.
Esta forma verdadera y natural es la que refiere León en Materialismo Ensoñado cuando hable de la “poesía-poesía”, la poesía real cargada de sentimiento evocando ese lenguaje primario y esencial. La Magna-Mater es portadora de una carga afectiva fuerte, una corporalidad sentida, vacía de conceptos y signos, es un lenguaje independiente del sujeto, un lenguaje independiente del mundo, puramente subjetivo construido en esa etapa ideal en la relación pura con la madre que es el mundo, una completud entre sujeto y mundo, esa sensación oceánica expresada en su máxima gama, totalidad, sin dualidad. Esta es la materia de la que se moldea la verdadera poesía.

En este sueño de la unidad con el cuerpo materno,  esta estela ensoñada, origen inconsciente de la conciencia y de todo pensamiento, no se conoce un exterior; cuando aparece conciencia del mundo aparece con esto también un lenguaje compartido, referente a los objetos. Aunque el lenguaje secundario, el lenguaje del mundo se pare encima de este lenguaje arcaico, no lo borra, sino que construye sobre el, y por lo tanto queda determinado de una forma leve por este. El lenguaje primario persiste y es susceptible de ser evocado en momentos de gran emoción pero también de gran capacidad regresiva, de poder evadir a tal punto el lenguaje secundario que se abstrae de el para volver virtualmente a aquella ensoñación. La poesía es prolongar la ensoñación, reflejo del momento arcaico. En la poesía se da una inversión irónica, por decirlo de alguna manera, en donde, por medio de las palabras del mundo, única arma del cristianismo para evocar a su Dios-Padre, se recrea el momento materno usándolas pero de una manera despreciativa, pues en el mismo corpus de palabras puede sentirse arder el mismo fuego que alguna vez dejo marcas sensibles en nuestro cuerpo, y que las palabras se empeñan en negar. La palabra es realidad abstracta, pero aquí se usa para representar el momento mas materno y natural, un sentir puro a través de un elemento innoble, “cascaras vacías”, como las denominara Nietzsche.

El primer lenguaje no conoce la palabra y tampoco conoce esa asociación sensible entre palabra-experiencia-significado, desconoce la palabra como significante y significado, y sin su modo sensible no atribuye sentido a las cosas, a los objetos y las experiencias. Sin embargo, sin este primer lenguaje no podría existir ningún otro pues es en esta etapa en donde se produce la primera valoración del sujeto.

Si vuelve satisfactoriamente de la regresión emotiva conservando aun algún resabio de este lenguaje arcaico, puede intentar una “trasfiguración”, un traspaso de aquel lenguaje al lenguaje secundario, el lenguaje de las palabras y de esta manera construir una verdadera poesía. Una poesía nacida de las palabras de este mundo, el mundo cotidiano y cultural, no es más que una poesía a medias. La poesía-poesía, recupera la lengua perdida y dada por muerta, negada por el triangulo edipico cristiano, recupera un sentimiento profundo, hace hablar de nuevo a la mater.

Planteo la importancia de regresar al lenguaje materno en la vida cotidiana, a la cual se debe invocar para recuperar el sujeto activo, libre y no sujetado, dejando atrás el adulto temeroso de dios y de si mismo, temeroso de su propio origen, de su parte materna, sin la cual no tiene materialidad, no tiene historia.

La poesía verdadera es una buena forma de llegar a este momento, de traerlo y compartirlo, y es a la cual se deberá regresar si se quiere expresar en palabras la verdadera naturaleza de este momento fundante para construir una poesía genuina. La poesía como forma de resistencia, es una herramienta desafiante para reverdecer lo primario inconsciente, para escarmentar al padre interno y represor que se impone con la palabra pero que teme el sentir corpóreo. Se usa la palabra para exorcizarlo, usar su mismo método de represión para demostrarle que aun esta vigente la madre a la cual le intenta robar el lugar.

Se buscará así eliminar el cuerpo cristiano atravesado por el terror y la auto represión, que convierte también a lo real en una objetividad espectral, desnuda, vacía, sin el componente esencial, que es la esencia de madre, la materialidad completa, sin dualidad, remplazándolo por un cuerpo nuevo de recobrada materialidad, que glorifique el caos de sensaciones ilimitadas del lenguaje materno.

El ensueño materno es el que le da a las cosas su valor humano, y si se lo niega el mundo queda lleno de cosas sin sentido, sin humanidad, vacías, libres para la explotación capitalista. Por lo tanto es importante que se recupere el lenguaje materno, que se vuelva cotidiano, que se vuelva una forma de vida, una regresión constante, con la poesía como estandarte.

El objetivo de la poesía genuina es reinvertir la inversión del cristianismo recuperando el lugar materno a los orígenes, manteniendo ese fuego sagrado el mayor tiempo posible, poniendo al alcance de todos la verdadera fuente de la materia pensante, la corporalidad sentida regresando del exilio que le impuso el cristianismo, pero que no pudo matarla porque matarla seria matar el cuerpo, y la corporalidad ensoñada, el lenguaje arcaico permanece como memoria mnémica mientras el cuerpo siga con vida. Refugiada en los subsuelos de la experiencia, el lenguaje primario se mantiene presente y es susceptible de ser invocado, representado de distintas maneras.

Elijo para cerrar y sintetizar el concepto de la necesidad de la poesía en la vida cotidiana, palabras del mismo León, en donde encontramos la esencia misma de la poesía y su impronta en lo sensible:

“¿No será la palabra poética el sueño de otro sueño?”. Así entonces, como pensamos, la palabra de moneda corriente es la que dice que “la vida es sueño”, pero sueño vivido como si fuera la realidad misma, sin conciencia de ser sueño todavía, -aunque asi la haya titulado otro poeta-, y hay detrás de él otro sueño escondido aun sin palabras, a las que el poeta le pone las suyas para que la madre vuelva a hablarnos y reverdecerla como siempreviva. En la poesia-poesia es siempre la madre la que vuelve a hablar de profundis desde el habla originaria. Entonces podría decirse que la poesía nuevamente, para que florezca, la materialidad humana ensoñada primera, sin la cual el sentido mágico de la vivencia poética no existiría – y la vida cantante y sonante tampoco.[4]






[1] León Rozitchner, La cosa y la cruz (Argentina, Editorial Losada, 1997), p.30.
[2] León Rozitchner, La cosa y la cruz, p.42.
[3] León Rozitchner, La cosa y la cruz, p. 66.
[4] León Rozitchner, Materialismo ensoñado, Argentina, Tinta Limón Ediciones, p. 23.

(Rovere, Cristian. 2012, Buenos Aires, Argentina. ©)

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