Los hombres estamos devastados. Todo se fue al carajo. Estamos viviendo el
mundial pero sin embargo algo se interpone y evita que la felicidad sea
completa. Nos quedamos sin nada, sin el amor de nuestras mujeres. Hay un nombre
que se repite, se escucha en todos lados, no nos deja dormir. Nadie nos mira,
nadie nos desea, y no nos gusta, deseamos ser amados, buscados, adorados, pero
lejos estamos de eso, no sucederá. Y no es una cuestión personal, es que
simplemente no somos Pocho Lavezzi.
Este fenómeno se ha tomado por asalto a la sociedad en cuestión de días,
acrecentado por el fervor mundialista y por el hecho de que muchísimas mujeres
que nunca veían nada relativo al fútbol, ahora ven muchos partidos, siempre a
un costado, recluidas y sin poder comentar, bajo amenaza. Entonces alla, desde
el silencio, desde el exilio de ese rincón desde donde miran el partido, sueñan
con él, piensan en un encuentro fugaz, en esos tatuajes y se pierden en sus
secretos significados.
Este jugador de buenas condiciones, pero que no es ningún crack, que milita
en el futbol francés con Zlatan Ibrahimovic, y que tuvo un paso importante en
el futbol local con los colores de San Lorenzo de Almagro y le dio alguna que
otra alegría a Viggo Mortensen y Marcelo Hugo, nunca había generado el interés del
público femenino, de hecho hasta todo lo contrario, infundía miedo y rechazo con
esa actitud villera y aquel tatuaje de una pistola en el abdomen (todos
recordamos ese festejo contra Estudiantes de la Plata haciendo como que tenía
un arma en sus manos y disparaba a la policía).
Sin embargo todo cambió. En los últimos meses, debido a su participación en
el futbol italiano, la imagen de nuestro ex amigo Ezequiel cambio radicalmente,
casi irreconocible de aquel chico villero que se peleaba con todos en la cancha
y se dejaba el pelo largo (tengo una teoría de que en el Calcio se produce un fenómeno
en donde todos los jugadores pasan a ser iconos de la moda, adoptan los cortes
de pelo y todo el encanto de la vita italiana, autos, moda, joyas, life stlye).
Entonces, con su llegada al Napoli italiano, las nuevas ideas que rodeaban a
Lavezzi lo llevaron por el camino del glamour, abandonando el look barrial y
callejero que lo caracterizaba.
El cambio de estilo fue tan marcado que sorprendió a propios y ajenos. Quemo
su vieja imagen para emerger libre de prejuicios. De entre las cenizas del
incendio, el hombre se regenera, nace un sujeto nuevo. Las características de
este nuevo icono de deseo para el imaginario femenino es casi un opuesto a todos los novios y
maridos de la mujer actual: abdominales como una tabla de planchar, un corte de
pelo moderno, barbita prolija y alineada, canchero y fresco, con un vestuario
impecable, a pleno con la última moda, pero a la vez salvaje, lleno de
tatuajes, con una actitud avasallante y a la vez simpática, divertida, y aunque
ellas no lo quieran reconocer, una billetera abultada y una cuenta bancaria
millonaria, con un estilo de vida excéntrico y lujoso en las capitales más
preciosas de Europa.
En contraposición, las mujeres, se ven atrapadas en estereotipos de hombres
que ya no las satisfacen. Aunque realmente su pareja no sea idéntica esta
imagen del hombre del siglo pasado, se reconstruyen mentalmente la idea de que
ellos ya no están a la altura de lo que realmente querían. Aburridas de la monotonía
de sus vidas, de la sociedad machista que las obliga a estar bellas pero no
exige nada a los hombres, que se van desarreglando, y se ven cada vez menos
atractivos, buscan algo de excitación entre tanto hombre normal. En su configuración
simbólica, exaltan todo lo que su hombre no tiene: fama, dinero, lujo, estado físico,
juventud y madurez, diversión y pasión. De esta manera, la nueva fantasía
femenina ahora encontró su cara, su nombre, y se llama pocho Lavezzi.
Sin embargo, la ciencia nos permite comprender las características de
nuestra sociedad a través de lo que deseamos. Lo que queremos nos muestra como
somos, que es lo que tenemos y que es lo que creemos que necesitamos.
Esto seguramente derive en nuevas tendencias sociales, tanto en las
cuestiones de género, familiares, estéticas. Los hombres probablemente busquen
tender cada vez más a estos estereotipos, más cercanos al estilo metrosexual,
con el cuerpo estilizado, un ropaje llamativo y de último modelo, y acceder de
alguna manera a ese estilo de vida lujoso. De esta manera estarían resignando
su posición de elite en la configuración social de los géneros, dando más lugar
al avance de la mujer en la puja por los beneficios sociales de estos valores.
Por otro lado, es claro que las mujeres ya no se conforman con el marido
sencillo y serio, sino que buscan seguir en el camino de la liberación que
vienen llevando desde el SXX y durante todo el siglo XXI.
A pesar de que el cambio es desconcertante, no podemos hacer nada para
evitarlo, y sería estúpido tratar de hacerlo. Solo podemos prepararnos para que
el cambio no nos tome por sorpresa y facilitar la adaptación a las nuevas
configuraciones, así como analizar qué efectos traen las nuevas corrientes,
para de esa manera evitar problemas sociales y abrir la puerta la búsqueda de
soluciones integrales.