Aquí encontraran algunos los artículos, investigaciones y ensayos académicos que realicé en los últimos años. Los mismos varían considerablemente en sus temáticas, debido a mi constante curiosidad e inquietud a la hora de interesarme por los fenómenos del mundo. Desde la filosofía a la sociología, desde la historia hasta el pedagogía, o desde artículos de opinión hasta investigaciones periodísticas de actualidad, todos estos trabajos tienen sin embargo un eje común, y este es mi contante voluntad de poner mi cabeza y mi empeño en no conformarme con el mundo que aparece todas las mañanas, el que venden los medios de comunicación, ese mundo que se presenta a si mismo como unidimensional e inmutable.

lunes, 7 de abril de 2014

La búsqueda del Ser Latinoamericano– Debate entre la Imposición Extranjera y el orden del mundo

La imposición cultural

Octavio Paz, poeta mexicano que vivió y escribió en el siglo xx, reflexiona en su libro “el laberinto de la soledad” la extraña y triste situación del mexicano en su intento por vivir una vida plena en medio tantas voluntades y circunstancias que hacen de esa experiencia una travesía lamentable. En su análisis de las formas de vivir y pensar de los mexicanos, concluye que el sujeto es dócil, está quebrado, padece una existencia dual, en tanto no es dueño de su autonomía cultural. Por esta circunstancia, producto del imperialismo y la colonización, la invasión del extranjero  tiene una fuerte crisis de identidad y no logra hacer pie en la modernidad, que fue traída a su historia por imposición. El análisis de Octavio es crudo y esencial: el mexicano ha perdido todo, está solo, sin madre (sin naturaleza), sin padre (sin historia), y hasta despojado de sí mismo, ya que no se reconoce como tal, sino que se niega, y se representa a través de imágenes importadas, impuestas.

Esta imagen es la misma para el resto de América Latina. La situación estructural a la que fue sometido el continente hizo que estos síntomas culturales y sociales fuesen similares a lo largo del continente, por lo que es pertinente tomar las palabras de Octavio Paz en aquel fuerte testimonio, allí por el año 1950, sobre la necesidad de reencontrarse con aquello que nos representa realmente, despojarse de las ataduras que nos mantienen enmascarados, viviendo con miedo de reconocer la verdad, y finalmente quebrar las paredes impuestas que hacen de esta vida un “laberinto de soledad”. Si las paredes que construyeron este laberinto están hechas de ideologías impuestas, construyamos un lenguaje propio que nos permita negarlas, y escapar de este laberinto hacia arriba, hacia adentro, hacia el reencuentro del verdadero ser latinoamericano.

A través de distintos autores que en los últimos dos siglos se tomaron la valiente tarea de recuperar y pensar desde el sur, es innegable que el sujeto latinoamericano ha sido víctima de constante asedio a lo largo de su historia. El tormento se convierte en escisión, en dualidad, pues la pérdida de las costumbres lo deja huérfano, manchado con la sangre de sus padres asesinados. Los latinoamericanos son los sujetos sin patria, están a la deriva envueltos en la soledad más profunda, pues el acople a culturas extranjeras lo invade, lo perturba y lo confunde; esta pero que solo, pues ni siquiera esta con sí mismo; su propio ser esta diluido en una bruma de imposición cultural.

En sus expresiones, actitudes y preferencias distintivas, en todas sus dimensiones, en su pasado y en su presente, el sujeto latinoamericano se revela como un ser cargado de tradición. La identidad nacional, la tradición, la cultura, son las esferas que definen una comunidad. Estas cualidades se han ido borrando sistemáticamente con la penetración cultural de distintas vertientes extranjeras, planificadas con el motivo concreto de colonizar intelectualmente a las naciones.

Es preciso entender la importancia de una colonización cultural como la que ha sufrido Latinoamérica para el devenir de una sociedad. Secretas raíces engendran ligaduras que atan al hombre con su cultura, adiestran sus reacciones y sustentan la armazón definitiva de la espiritualidad. La identidad. La esencia. El núcleo vital de una persona se construye a partir de su tradición y su historia, lo que le cuentan y lo que le transmiten, lo que ve a través de su coyuntura inmediata (la arquitectura y los hábitos sociales, herencia muerta y viva de sus antepasados), su legado, todo esto constituye su forma de ser, su actitud ante la vida, sus anhelos y deseos, su proyecto de vida, sus pasiones, los motivos por los que lucha (o deja de luchar, lo que es aún peor).

El ser sudamericano es un ser derrotado, estructuralmente construido para aceptar una imposición, para agachar la cabeza. La derrota, la aceptación de un padre que en realidad es un invasor, es también la aceptación de una realidad falsa, el aprendizaje de un lenguaje extranjero, la asistencia a escuelas de adoctrinamiento externos, que hacen olvidar el pasado, borran la huella de la historia y construyen una nueva. La historia la cuentan los vencedores y no los vencidos. La historia de los vencidos desaparece.

Sin embargo hay algo que permanece, una vertiente de permanencia recorre las venas de Latinoamérica. En la sangre, en la tierra, en la memoria del viento late un ansia de ser, de salir, de volver. El propósito de estas líneas es analizar las heridas abiertas, las cicatrices que nos dejaron las amputaciones de nuestra verdadera identidad, para entender el proceso de conquista cultural, y construir a partir de una noción solida las bases de un proyecto de emancipación ideológica.

La imposición histórica

"Entonces todo era bueno
y entonces fueron abatidos.
Había en ellos sabiduría.
No había entonces pecado. . .
No había entonces enfermedad
no había dolores de huesos. ..
Rectamente erguido iba su cuerpo entonces.
No fue así que hicieron los extranjeros
cuando llegaron aquí.
Ellos enseñaron el miedo,
vinieron a marchitar las flores.
Para que su flor viviese
dañaron y sorbieron la flor de nosotros".

Poema Maya de la época de la conquista española.

La civilización avanza. La modernidad, la globalización, sus bastiones principales, avanzan con ella. Nuevos valores morales que ordenan al mundo. Ciencia, progreso, modernidad, cristianismo, y la historia se escribe con ellos. Sin embargo al construir estos valores otras cosas se quiebran, otras existencias se aplastan, otras formas de vida caen al olvido. Es pertinente, entonces, tratar de recuperar esa historia perdida, estas huellas de la estampida, los restos del naufragio que dejó este aluvión de modernidad en nuestra tierra y nuestra tradición. ¿Cuáles fueron los eventos fundamentales que dieron lugar a esta existencia partida? ¿Qué elementos hacen de esta precariedad del ser algo estructural? ¿Qué podemos/debemos hacer para recuperar el rumbo?

Octavio Paz propone que antes de la acción que busque transformar la realidad, la verdadera acción revolucionaria, la famosa praxis marxista, la búsqueda de modificar la estructura de la sociedad, se debe realizar un paso previo de autoconocimiento, para asegurarse de que los motivos, los deseos y los objetivos que orientan esa acción sean legítimos, válidos y puros, que no sean fruto de una ideología impuesta, que no sean herencia de una falacia, sino que respondan a la voz del pueblo, a su lucha y a su esencia. Toda acción que no esté orientada en este sentido es acción revolucionaria desperdiciada. En palabras del cantautor uruguayo Jorge Drexler, “En tren con destino errado Se va más lento que andando a pie”.

También Paz propone dos momentos de fuerte ruptura en la historia cultural y esencial de la identidad nacional latinoamericana: la conquista, y la independencia.

Comenzando por el primer hito, podemos decir que, en resumen, se contemple la Conquista desde la perspectiva indígena o desde la española, este acontecimiento es expresión de una voluntad unitaria. A pesar de las contradicciones que la constituyen, la Conquista es un hecho histórico destinado a crear una unidad de la pluralidad cultural y política precortesiana. Frente a la variedad de razas, lenguas, tendencias y Estados del mundo prehispánico, los españoles postulan un solo idioma, una sola fe, un solo Señor.

El estado emergente en los territorios colonizados después de la conquista se construyó a imagen y semejanza del estado Español, un sistema político vertical y autoritario con un fuerte carácter civilizatorio y religioso. Buscaban generar su propio universo en la nueva tierra aparecida de la nada.

Con los movimientos de los aborígenes de América, los incas, mayas y aztecas, pudimos ver cómo había una cultura propia de esta tierra, de su naturaleza y su relación con el mundo, que fue alterada con fuego y sangre a través de la llegada de los europeos y la expansión de nuevas formas sociales y culturales, religiosas y productivas. Junto con las botas y los fusiles, avanzaron los sacerdotes y los esclavistas, propagando el cristianismo y el castigo. Esta fue la primera muerte del pueblo americano.

La desconfianza, el disimulo, la reserva cortés que cierra el paso al extraño, la ironía, todas, en fin, las oscilaciones psíquicas con que al eludir la mirada ajena nos eludimos a nosotros mismos, son rasgos de gente dominada, que teme y que finge frente al señor. Miedo y recelo son recuerdos de la dominación, temor al castigo. Esta es la mayor expresión de la imposición cultural a nivel psico-social, a nivel de la estructura de la identidad cultural.

La sociedad colonial es uno de los factores centrales que inciden en la conformación de la independencia como la segunda gran mentira en contra del sujeto latinoamericano. La composición de la sociedad colonial, erigida sobre la sangre derramada en la conquista, devino en una sociedad vertical y opresora, con fuertes castas asentadas en el poder de la colonia.

A partir de la decadencia de los pueblos nativos luego de la conquista, se fue conformando un nuevo orden social a partir de los estratos sociales establecidos por la corona española por medio de su división territorial y su forma de gobierno llevada a cabo por los intendentes y virreyes.

Se da un nacimiento de nuevas clases sociales a partir de la sociedad colonial. A medida que los días de las colonias avanzaban, el sistema social se afianzaba y tomaba color propio, más allá de responder a los intereses de la corona. Sin embargo, con el paso del tiempo, crecieron en número los mestizos y criollos, y los más acomodados social y económicamente, fueron consolidando una nueva aristocracia que buscaba un proyecto propio, diferenciándose de las ideas provenientes de Madrid.

Ahora bien, este proyecto político en ascenso poco tenía que ver con los pueblos latinoamericanos, sino simplemente con una posibilidad concreta de lograr una administración controlada por ellos mismos, y que fuese en términos favorables a sus intereses. Cuando los lazos que unían a Madrid con sus posesiones dejaron de ser cordiales, la organización colonial ya operaba como un organismo viviente y autónomo. A España solo los unía la inercia.

El segundo momento, como se ha dicho, es el de la independencia, lo que nos lleva a un punto mucho más intrincado y debatible. Es casi demasiado obvio que la conquista significo una derrota para el pueblo nativo de América, una imposición, y un sufrimiento bajo el yugo de los nuevos inquisidores que crearon nuevas reglas de juego y se presentaron como los amos del nuevo mundo. Pero este paso, tan sensible, y a la vez tan directo para nuestra historia social, como es el de la independencia, es central para entender esta nueva forma de dominación, o mejor dicho, esta nueva forma de alienación, de separación de la propia esencia, este camino equivocado que nos aleja de la propia existencia, de la patria, del ser pleno.

Repasemos rápidamente el contexto histórico mundial que facilita la llegada de las revoluciones de independencia en toda América latina:
1776 – independencia de estados unidos: una nueva forma de entender la política y la organización social surge de entre los insurgentes ingleses inconformistas sumados a los emergentes intelectuales norteamericanos. Esta revolución tiene características exclusivas del acontecer político, los intelectuales, el entorno inglés y las colonias norteamericanas.
1789 – Revolución Francesa: fin de una etapa política y surgimiento de nuevos derechos y poderes, espacios y voluntades.
1798 – Expansión Napoleónica: invade media Europa. Decadencia de las monarquías europeas.
1810 – Surgimiento de las Revoluciones de Independencia de las colonias americanas.

La independencia en Sudamérica ha tomado un curso particular pero similar en todos los países que lo componen. La mitad de los países fueron libertados por San Martin, la otra por Bolívar. Sus componentes, a su vez, también fueron similares, casi al punto de que podemos caracterizar a toda Latinoamérica como una en este análisis. Repasemos los actores centrales que tomarían parte en esta puesta en escena: el rey de la nación madre, en Europa; los virreyes regentes en las “provincias” aquí en América; la aristocracia colonial, hombres de la corona; los criollos; los intelectuales locales; los mestizos; los esclavos; los aborígenes.

La situación del pueblo en el periodo colonial devino en una actitud servil y sumisa por parte de las masas. No había, en aquel momento, un movimiento local, impulsado por voluntades inconformistas de estas tierras, dispuesta a revelarse y a llevar a adelante una revolución. En aquel momento predominaba aun la psicología del temor, heredera de la conquista.

El elemento central de esta independencia es que proviene de arriba, de un sector de la aristocracia y los intelectuales acomodados, y que esta copiada de la estadounidense, y por ello, no tiene nada de propio de las tierras de Latinoamérica. La personalidad de los dirigentes es más neta y más radical su oposición a la tradición hispánica, pero no así el pueblo que habitaba aquellas tierras. Aristócratas, intelectuales y viajeros cosmopolitas, no solamente conocen las nuevas ideas, sino que frecuentan a los nuevos hombres y a las nuevas sociedades. Los grupos y clases que realizan la Independencia en Suramérica pertenecían a la aristocracia feudal nativa; eran los descendientes de los colonos españoles, colocados en situación de inferioridad frente a los peninsulares.

Así pues, la lucha por la Independencia tendía a liberar a los "criollos" de la momificada burocracia peninsular aunque, en realidad, no se proponía cambiar la estructura social de las colonias. Utilizaban un lenguaje moderno, eran eco de las revoluciones francesa y norteamericana. Esta nueva filosofía no buscaba reivindicar al pueblo, no buscaba establecer una nación justa, sino la creación de un estado, con raíces modernas y civilizadas. No se preguntan por la sociedad, ni por las clases, ni los pueblos necesitados, ni el verdadero latir del pueblo. Impusieron la religión como freno moral y ordenador de las conductas, como freno a los instintos populares, límites a las pasiones, leyes y castigo a los pecadores.
Sobre las bases de la constitución y la nación de los intelectuales y nobles, se erigieron los imperios terratenientes y las clases políticas explotadoras. La sociedad colonial es un orden hecho para durar. Quiero decir, una sociedad regida conforme a principios jurídicos, económicos y religiosos plenamente coherentes entre sí y que establecían una relación viva y armónica entre las partes y el todo. Gracias a la religión el orden colonial no es una mera superposición de nuevas formas históricas, sino un organismo viviente.

El Estado proclama una concepción universal y abstracta del hombre: la República no está compuesta por criollos, indios y mestizos, como con gran amor por los matices y respeto por la naturaleza heteróclita del mundo colonial especificaban las Leyes de Indias, sino por hombres, a secas. Y a solas.

Intelectuales clave como Sarmiento y Alberdi, más allá del fuerte y constante trabajo que realizaron para la consolidación del estado y la nación argentina, justamente en estos dos aspectos se equivocaron al concebirlos: nación y estado. Esto no existía aquí, no surgió naturalmente de los sentires de nuestros ciudadanos. La constitución, las instituciones, todas estas grandes ideas que cambiarían para siempre la forma de hacer política y de entender el desarrollo civilizatorio y moral de nuestra nación, FUERON CONSTRUCCIONES TRAIDAS DE AFUERA. AGENAS A NUESTRO PUEBLO. IMPUESTAS. EXOGENAS. 

Sarmiento brinda un ejemplo paradigmático de esta imposición política que fue la revolución de la independencia. En su Facundo realiza un estudio sociológico magistral sobre el carácter del argentino. Más allá de ser un libro con ciertos principios altamente reprochables, es difícil juzgarlo con los ojos de hoy, donde el conocimiento global de la historia y los resultados de ciertas políticas nos hacen entender que la distinción entre barbarie y civilización era tosca y xenofóbica.

Sin embargo, el análisis de Sarmiento es profundo y toca cuerdas sensibles del latir argentino, sobre todo de los habitantes del interior del país, escapando de la ciudad portuaria de Buenos Aires, tan cosmopolita, tan influenciada por las distintas nacionalidades, tan permeable a todas las ideas y escritos que bajaran de los barcos. Analizando los pueblos de las provincias, Sarmiento percibe la fuerte relación del carácter argentino y las amplias extensiones de tierra, el sonido del viento y las imponentes montañas. En ellos reside el secreto de la configuración de los pueblos, sus costumbres y sus proyectos.

Ahora bien, Sarmiento no se detiene en este análisis sino que continua con su juicio de valor, generado por su exagerada afición al modelo emergente norteamericano y a las políticas europeas, y propone que esta cultura “gauchesca” era lo opuesto a la civilización, que sus formas de ser impedían el desarrollo de una nación civilizada y moderna, y que por ello había que erradicarla, ya sea “por la espada o la palabra”, esto es, educación para amoldarse a las formas europeas que se importaban al por mayor. También consideraba que había que poblar estas llanuras con extranjeros que contagiaran su civilización al resto y así poder erradicar a estos “sentires populares”, tan afines a la tierra, tan nuestros, tan intrínsecamente relacionado con la naturaleza, con el orden natural.

Ante esta mentira no se puede erigir una nación coherente. Por tanto, esta cuestión de términos, que parece simple y de poca importancia, lo es todo para entender el desarrollo de una nación ajena a sus propios habitantes. Es, por lo tanto, una mentira, una falacia, una construcción que se erige sobre nosotros, ocultando nuestra patria de nuestros ojos, obstruyendo el camino de regreso a casa. Construyeron un monumento como nación imitando las formas europeas y norteamericanas, y nos impiden el paso hacia otro camino, nos hacen vivir bajo su sobra.

Es aquí donde creo que debemos poner el foco del análisis para la dualidad de los habitantes de América: estamos viviendo en un formato que nos han impuesto, y que nos impide ver con certeza el camino hacia la realización de nuestra propia esencia.

El nuevo modelo que sale de la Independencia, los Estados y Naciones, es un modelo hibrido. Las Repúblicas se proclamaron a los cuatro vientos, como si tratasen de convencer al resto de su existencia. No fue el grito popular el que pidió con sudor y lágrimas el cambio del sistema social, fueron las aristocracias locales las que vinieron a vender este nuevo producto político ante unas masas atónitas que apenas y entendían lo que estaba pasando. Se consolidaron sobre constituciones armadas por unos pocos. Las naciones no existían. Los rasgos nacionales se fueron buscando más adelante:

“en muchos casos, no son sino consecuencia de las predica nacionalista de los gobiernos. Aun ahora, un siglo y medio después, nadie puede explicar satisfactoriamente en qué consisten las diferencias “nacionales” entre argentinos y uruguayos, peruanos y ecuatorianos, guatemaltecos y mexicanos. Nada tampoco – excepto la persistencia de las oligarquías locales, sostenidas por el imperialismo norteamericano – explica la existencia en Centroamérica y las Antillas de nueve republicas” (Paz, Octavio. 1950, pag. 51)

Aunque le cueste entender a algunos, no existen los modelos para armar. Las leyes en materia de ciencias sociales y fenómenos culturales no existen, o son de difícil adaptación. La idea de construir una nación soberana a partir de lo que espiaron de Estados Unidos era noble, pero irreal y forzada. Los cambios sociales deben provenir del mismo devenir social de un momento histórico en una sociedad determinada, forzada a una situación límite por conflictos sociales particulares que toquen cuerdas fundamentales del sentir de los pueblos. De otra manera, los cambios serán a medias, y no lograrán hacer asidero en ningún grupo social que pueda continuar con la lucha revolucionaria. Sería como intentar prender fuego un gran campo mojado con una mera chispa idealista.

De la misma manera los planes traídos de afuera por los nuevos intelectuales de la joven aristocracia criolla no tenían una construcción natural, sino que eran ajenos al momento social de los pueblos latinoamericanos. Por esto, la novedad traída por estos, estas nuevas naciones hispanoamericanas, eran en realidad engañosas, no mostraban la realidad de un movimiento social concreto, más bien eran invenciones realizadas por necesidades políticas y militares del momento. Pero la nueva forma política se ve desprovista de base social que la sustente. Al romper los lazos con el pasado, se encuentra desasociada de la realidad social de los habitantes.

Las constituciones, liberales y democráticas, sirvieron para vestir de modernas las supervivencias del sistema colonial. La ideología liberal y democrática, lejos de expresar nuestra situación histórica concreta, la ocultaba. La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucionalmente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza zonas muy profundas de nuestro ser.

El orden del Mundo

La mentira nos ha habitado desde nuestro nacimiento. Mataron a nuestros padres, nos vendieron a padres adoptivos que usaban mascaras ante nosotros, y se fueron alternando el mandato con arreglos personales y farsas de todo tipo. Utilizan el lenguaje de la libertad para figurarnos sueños y utopías, vaciando su significado revolucionario, dejándonos sin armas para recuperar la vista. De ahí que la lucha contra la mentira oficial sea el primer paso en toda tentativa seria de reforma.

Es por esto que la acción y el pensamiento crítico son fundamentales para construir un proyecto emancipatorio. Es preciso también cuestionar la idea de carácter nacional, que a veces parece una concepción creada. En ciertos períodos los pueblos se vuelven sobre sí mismos y se interrogan. Hacerse preguntas, criticar lo establecido, buscar las respuestas en el origen, buscar la esencia, sacarse de encima lo impuesto, lo ajeno, lo que estorba, lo que interrumpe el camino entre el sujeto y su conciencia. El sujeto debe recurrir a la historia para conocerse, y una vez que reconoce su herencia y su necesidad, puede volcarse a la acción:

“Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer”. (Paz, Octavio. 1950, pag. 1)

El nuevo mundo que se abre luego de la revolución francesa, el mundo de la modernidad y los derechos universales, del liberalismo y la expansión capitalista, pretende imponerse de manera global sobre todas las concepciones, generando una unilateralidad de la visión, y a su vez un sujeto unidimensional, como dijera Marcusse, compatible con este modelo de existencia, con este orden que se pretende presentar como dado, como fundamento de existencia.

La globalización se abre paso entre las fronteras nacionales, y  las nuevas reglas de juego pasan a ser iguales para todos los países. Durante el transcurso del siglo corto, del 1917 a 1989 (tal como lo define Eric Hobsbawm, que lo caracteriza por la lucha de potencias que tratan de imponer una visión unilateral del mundo, el capitalismo occidental y el comunismo de Europa oriental) imperó una nueva lógica de “amigo o enemigo”. El avance de los monopolios culturales fue brutal, en medio de esta lógica expansionista, en donde los afamados derechos universales del hombre quedaban a veces dejados a un costado.

Sin embargo, llega el momento de las naciones latinoamericanas de buscar su propia historia, su propio relato, su propio orden del mundo en donde se sienta a gusto. De esta forma, la búsqueda del orden natural de las cosas, de entender la naturaleza como patria, y de entender la necesidad de construir una nación desde cero pasan a ser preocupaciones centrales de los intelectuales latinoamericanos a mediados del Siglo XX.

A su vez, estos intelectuales entienden la necesidad de que esta voluntad de alterar el orden del mundo provenga también del pueblo, a través de la educación, de movimientos teóricos y sociales emancipatorios que permitan otra manera de percibir el mundo. La Teología para la liberación, La Pedagogía del oprimido, Revisionismo Histórico y la Filosofía de la Liberación, de Gutierres Merino, Freire, Jauretche y Dussel, respectivamente, son ejemplos de estos movimientos. Pues en un orden del mundo impuesto, que se presenta como la verdad absoluta no hay critica, no hay revolucionarios, solo sujetos que aceptan el orden establecido.
Aquí podemos arrojarnos hacia otro debate: el hombre, el orden natural, el hombre tratando de organizar el mundo, la tensión entre naturaleza y sociedad, la existencia en el mundo, la existencia de un mundo modificado por el hombre, el caos y el orden, el dominio de los hombres más fuertes sobre los más débiles, la transformación del mundo por parte de los más fuertes. El orden natural es que el propongo buscar para empezar de cero, para que sea modificado por nosotros mismos, los habitantes de esta tierra que es Latinoamérica.

Pero el hombre modifica el mundo, al que considera desordenado (sobre todo en estos nuevos siglos de modernidad, progreso, desarrollo, ciencia y tecnología, que se ha impuesto mediante la democracia y la expansión del capitalismo) y genera un nuevo orden, social y moral, al que todos deben adaptarse.

 “El hombre colabora activamente a la defensa del orden universal, sin cesar amenazado por lo informe. Y cuando este se derrumba debe crear uno nuevo, esta vez suyo. Pero el exilio, la expiación y la penitencia deben proceder de la reconciliación del hombre con el universo. (…) temo que hayamos perdido el sentido mismo de toda actividad humana: asegurar la vigencia de un orden en el que coincidan la conciencia y la inocencia, el hombre y la naturaleza” (Paz, Octavio. 1950, pag. 8)

El mundo moderno esta armado alrededor de una ilusión. El sistema político es una ficción impuesta. De la independencia sale la era de la modernidad y la filosofía del orden y el progreso. Sin embargo esta edificado sobre una mentira impuesta, y el pueblo vive esta etapa ajeno a las voluntades del estado. El disfraz positivista no estaba destinado a engañar al pueblo, sino a ocultar la desnudez moral del régimen. La nueva filosofía no tenía nada que ofrecer a los pobres. Sus principios rígidos, impuestos y ajenos se convierten en un armazón rígido que ahoga nuestra espontaneidad y mutila nuestro ser, sin espiritualidad, sin filiación histórica ni tradición, y con nuestra cultura humillada ante las nuevas culturas masivas del mainstream capitalista. Por eso el siglo XX muestra el surgimiento de distintos movimientos sociales que buscan reivindicaciones; buscan una forma de ver el mundo que sea propia, que no sea una mentira, que no sea una construcción para validar el monopolio del poder político.

El mundo que nos imponen, el que nos hacen creer, se compone de una imagen del mundo y de la historia y un relato de lo que pasó, de dónde venimos. Una construcción del padre y de la madre, la historia y la tradición. Es esto de lo que debemos desembarazarnos. Tal como lo define Jauretche, una “falsificación de la historia y sus objetivos antinacionales”, porque “no hay política sin un conocimiento del pasado”.

Jauretche define la falsificación intencional de la historia como:

“una deformación transmitida de generación en generación, durante un proceso secular, articulando todos los elementos de información e instrucción que constituyen la superestructura cultural con sus periódicos, libros, radio, televisión, academias, universidades, enseñanza primaria y secundaria, estatuas, nomenclaturas de lugares, calles y plazas, almanaque de efemérides y celebraciones, y así...” (Jauretche, Arturo. En “Politica Nacional y Revisionismo Historico”1959. Pag. 15)

La necesidad de encontrar una historia propia es el paso fundamental para empezar a trabajar en un proyecto autónomo, tanto económico, político y social, y es el sustento legítimo que mantiene verdaderamente unida a una nación.

“lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia, en que esta es solo un instrumento de planes más vastos destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica nacional, que es la base necesaria de toda política de la Nación”. (Jauretche, Arturo. En “Política Nacional y Revisionismo Historico”1959. Pag. 16)

Por esto vemos movimientos que buscan recuperar la propia historia, para poder recuperar la memoria y la tradición, para desembarazarse de la mentira impuesta y encontrar un rumbo que permite mirar hacia adelante.

La búsqueda del ser

La historia de Latinoamérica es la historia de un pueblo que busca encontrar un leguaje que lo exprese, una comunión con la madre perdida, una plataforma propia donde poder pararse orgulloso y mirar al futuro con conciencia de la propia condición.

El ser latinoamericano esta buscando una comunión con su propia existencia, con su naturaleza, con su madre, y una reconciliación con la historia, con la tradición que lleva en la sangre. Estas bases son el sustento de la nación que esta floreciendo en el sur, que no puede erradicarse completamente, pues el carácter de una sociedad se mantiene vivo en la tierra. Es solo mediante el reencuentro con nuestra propia patria que podremos erigir una nación con las reglas propias de este pueblo, con su propio latir y su necesario fluir natural.

“Quien ha visto la Esperanza, no la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres. Y sueña que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos. En cada hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a ser, otro hombre.”
 Paz, Octavio. 1950, pag. 9)

El desarrollo del ser, como se ha dicho, esta oprimido por las normas impuestas por la civilización moderna: Nuestras formas jurídicas y morales, mutilan con frecuencia a nuestro ser, nos impiden expresarnos y niegan satisfacción a nuestros apetitos vitales. Es por esto que el desafio de estos días es redescubrir el propio lenguaje, distinto al europeo y al norteamericano, un lenguaje que solo nosotros entendamos, con el cual podamos escribir nuestra propia historia, nuestra propia poesía que cuente los sentires del pueblo, el reencuentro con la madre. Y esto no puede suceder si no erradicamos de raíz la mentira que nos atraviesa:

“Pero no nos bastan los mecanismos de preservación y defensa. La simulación, que no acude a nuestra pasividad, sino que exige una invención activa y que se recrea a sí misma a cada instante, es una de nuestras formas de conducta habituales. Mentimos por placer y fantasía, sí, como todos los pueblos imaginativos, pero también para ocultamos y ponemos al abrigo de intrusos. La mentira posee una importancia decisiva en nuestra vida cotidiana, en la política, el amor, la amistad. Con ella no pretendemos nada más engañar a los demás, sino a nosotros mismos. De ahí su fertilidad y lo que distingue a nuestras mentiras de las groseras invenciones de otros pueblos. La mentira es un juego trágico, en el que arriesgamos parte de nuestro ser. Por eso es estéril su denuncia. El simulador pretende ser lo que no es. Su actividad reclama una constante improvisación, un ir hacia adelante siempre, entre arenas movedizas. A cada minuto hay que rehacer, recrear, modificar el personaje que fingimos, hasta que llega un momento en que realidad y apariencia, mentira y verdad, se confunden.” (Paz, Octavio. 1950, pag. 15)

Es clave salir de la mentira. Distinguir la mentira, y buscar la verdad. Una vez que se declara la guerra a la mentira, no hay vuelta atrás, porque la mentira extranjera no para, es constante, y está en permanente avance sobre las identidades populares y particulares, se impone, avanza, trasforma la vida social. Es importante mantener la barrera cerrada a las ideas extranjeras, y mantener encendida la llama de la propia patria, para no perder el propio camino, y para iluminar a quieres quieran y deban seguirlo.

La historia nos ayuda a comprender ciertos rasgos de nuestro carácter, a condición de que seamos capaces de aislarlos y denunciarlos previamente. Nosotros somos los únicos que podemos contestar a las preguntas que nos hacen la realidad y nuestro propio ser. Porque estamos solos. La soledad, fondo de donde brota la angustia, empezó el día en que nos desprendimos del ámbito materno y caímos en un mundo extraño y hostil. Hemos caído; y esta caída, este sabernos caídos, nos vuelve culpables. ¿De qué? De un delito sin nombre: el haber nacido. Nacer en una tierra sin patria. En vez de patria hay una nación falsa que nos cuenta una historia segmentada sobre los supuestos padres de nuestra progenie, y no nos cuenta la conquista, la masacre, la adopción de un modelo extranjero, y el gobierno de los pocos sobre unas masas a las que se extermino metódica y sistemáticamente, y cuyas tierras se repartieron entre pocas manos para construir sobre ella la clase dominante que protege los intereses foráneos.

Debe haber conocimiento de la historia. Pero no puede ser todo historia. No debe ser solo el reconocimiento de las circunstancias que moldearon nuestro carácter. Debe haber una búsqueda del origen.  Y el angustioso camino cuesta arriba hacia la derrocamiento de la ilusión política requiere un desgarramiento del orden del mundo impuesto. Toda reivindicación debe tener dos elementos centrales: un ansia legitima y arrolladora de cambio, una necesidad imperiosa de remover las estructuras que lo oprimen; una contrapartida ideológica que pueda sustentar el cambio para que quienes tengan que defender la revolución pueda remitir a ese sistema ideológico, y que sea autónomo, propio y no copiado o imitado. Estas voluntades revolucionarias se alimentan de las posibilidades frustradas de un régimen que mutila y asfixia la verdadera naturaleza de un pueblo, su tradición. El conflicto debe ser real y legítimo, debe interpelar al pueblo entero para que la revolución sea completa. La revolución no tiene ideas, es un estallido de realidad, un resurgir de ferocidades aplacadas por el miedo a ser. La revolución es una portentosa fiesta, un ansiado abrazo mortal, con el otro olvidado, el latinoamericano.


Reconquistar el pasado, asimilarlo y hacerlo vivo en el presente, esta es la voluntad de regreso, producto de la dialéctica de la soledad y la comunión. De la soledad surge la desesperación. La desesperación ya no puede solucionarse con ideas falsas y soluciones por imitación; las rechaza. La única salida de la desesperación es la búsqueda angustiosa de la redención y la posterior comunión. Alegría y desamparo, orfandad y júbilo, suicidio y vida. La revolución es la otra cara de Latinoamérica, la cara ignorada por la modernidad, por la civilización, el derecho, la democracia y el liberalismo. La cara ignorada por la independencia, rechazada por las potencias, humillada por las dictaduras. Es lo que no quieren que seamos. Es lo que debemos, por decantación, ser.

 (Rovere, Cristian. 2013, Buenos Aires, Argentina. ©)

Sarmiento y su percepción latinoamericana

Introducción     

Desde el mar del presente nos internamos en el mar del pasado. Desde las fuentes, escenarios, escombros de antaño, recreamos una vida perdida, una vida pasada. Osamos decir cómo fue tal o cual evento, que pensó y realizo tal o cual persona, siendo nosotros actores de otro tiempo, ajenos a veces a nuestro propio tiempo. Muchas veces desconocemos nuestras propias decisiones, nuestro propio accionar, o erramos en la lectura de los hechos históricos contemporáneos, pero nos aventuramos a leer huellas pasadas, a “decir cómo pensaba” una persona a la cual no conocemos. Tales son los caminos del cientista social, y en tales juegos aprendemos, a su vez, del tiempo pasado y el tiempo presente. Si tendríamos la aprobación de quienes fueron los protagonistas de nuestro relato, difícil es saberlo, pero podemos, sin embargo, poner empeño en intentarlo, por respeto a los actores de otros cuentos, por respeto y por amor a la historia, y para practicarla correctamente.

La intención de este trabajo no busca llegar demasiado lejos en la construcción de una forma de lectura del pensamiento sarmientino, ni agregar algún elemento innovador para analizar su historia, su biografía, dado que lo escrito y dicho sobre esto es abundante, suficiente. Se buscara, ante todo, no faltar a la verdad ni realizar un análisis apresurado, como tantos hoy se pueden encontrar, que no hacen más que contribuir a una basta extensión de trabajos llenos de una subjetividad perturbadora, que no solo desvían la mirada de lo real, sino que confunden a la historiografía, entorpecen la practica académica, y motivan una actividad intelectual desmedida, torpe, pervirtiendo la palabra, don único que ahora es blandido con ligereza. No se debe descuidar el valor de la palabra: ninguna debe ser alzada al viento en vano, a menos que se tenga algo digno de ser puesto en oídos ajenos.

En ese sentido, el análisis buscara ser preciso, empático con la imaginación de Domingo Faustino Sarmiento, gran personaje, pensador, educador y político de su tiempo con mucha relevancia en el pensamiento presente, por el tamaño de su impronta como por lo agudo de su mirada y lo particular de su análisis y producción, por tanto se buscará enaltecer su costado más generoso, y criticar su falta de tacto, sus errores de lectura, pero siempre desde una mirada reivindicadora, contextualizando su pensamiento con las ideas de su tiempo y su biografía personal. Esto es, a su vez, una postura epistemológica y una manera de ver la revisión histórica y la producción teórica, partiendo desde la justificación de la acción del actor, desde su costado psicológico, teniendo en cuenta los aspectos centrales de la construcción del núcleo identitario según el entorno de crecimiento, el contexto socio histórico en el cual se desenvuelve el accionar del sujeto y bajo el cual se influencia,  interactúa, se entabla discusión, en un ida y vuelta con el viento de sus días, bajo lo cual sería absurdo interpelar en dialogo con los valores de nuestros días. En ese sentido busco justicia para Sarmiento, y no en ningún otro, absteniéndome de tomar partido en ninguno de los bandos, ni de los que lo defienden con bravura, haciendo oídos sordos a las falencias de su pensamiento, ni con quienes se aferran a sus frases desdichadas y errores de juicio para detractarlo con desprecio. Tal debe ser la tarea del investigador: analizar, no juzgar; desmembrar la verdad, no nublarla.

En este sentido, buscare hacer el mejor retrato posible del temple de Sarmiento, con los colores de su época, en base a los cuales se intentará recrear cuál era el alcance de su visión, sus proyectos, y en particular su contemplación de los países y los pueblos latinoamericanos, pues es el tema que interesa particularmente. Tratare de adentrarme en el pensamiento y visión de Sarmiento para analizar cuáles eran sus preocupaciones por los pueblos y países del resto de Latinoamérica, como los consideraba en tanto coterráneos, habitantes próximos, naciones contiguas, y como se relacionaban, si es que lo hacían, con su proyecto político. Para ello extenderé lo dicho por Sarmiento sobre las cuestiones sociales y políticas, extendiéndolas a la situación de los pueblos de Sudamérica, pues tal vez no sean tantos los textos del autor sobre estas problemáticas, y ya nos ocuparemos de ese hecho más adelante, pero es posible adivinar las tendencias ideológicas de Sarmiento en base a sus distintos escritos.

Por otro lado me parece interesante explicitar los puntos de partida de los cuales busco este tema, para hacer más claro el intento de este trabajo. Pensando en la cuestión latinoamericana actual, que está mostrando ser cada vez más importante para la política internacional, en el plano del fortalecimiento regional, la actuación de América latina como actor político único, aumentando su influencia y su podre de negociación; por otro lado se alza también la cuestión identitaria, pensada desde el conjunto del continente, indagar si hay algún elemento que permita pensarlo como bloque, con características en común. Por tanto buscaré entonces pensar en las raíces de esta tradición de pensamiento, y tratar de encontrar algún bosquejo de esta corriente en la ideología de Sarmiento. Intentaré cotejar esta  imagen de Latinoamérica actual y compararla con la visión de época de Sarmiento, y ver si se tenía aquella idea de bloque, sobre todo en uno de los pensadores políticos más independientes y agudos de la época.

Este pequeño trabajo, por lo tanto, busca comprender la mirada de Sarmiento, pararse en su lugar predilecto y ver desde allí los horizontes de su ideología, para luego salir fuera de este radio de percepción, y analizar que quedo fuera de la consideración del prócer, y porque. Se podría comparar con una metáfora sobre el daltonismo, es decir, que colores podría ver sarmiento en el paisaje latinoamericano de mediados y finales del siglo XIX, y cuales podemos ver nosotros, desde hoy, resaltando aquellos puntos obviados en su análisis.

Pensamiento y carácter

Es importante, si se quiere repasar el pensamiento de un autor, y sobre todo si se intenta ponerse en sus ojos, y ver como él veía, hacer un repaso de su biografía, repasar sus hábitos y gustos, para poder descifrar, si es posible, la forma de producción del pensamiento, es decir, que elementos se ven constantes en su razonar, que puedan generar tendencia en su producción. En el caso de Sarmiento esta característica es notoria, pues la dimensión de su personalidad aumentaba año tras año, su orgullo se inflaba y su opinión era cada vez más absoluta, por ello será determinante para su pensamiento, accionar y producción escrita. También tendrá mella, una vez internalizada esta personalidad, en su percepción, en su concepción del mundo, por esto es importante pasar por este punto antes de describir su ideología.

La personalidad de Sarmiento está caracterizada por ser fuerte y orgullosa, pero también noble y rígida, de gran respeto a la autoridad. Siempre con una alta dosis de gravedad y urgencia, esta forma de ser se ve retratada en muchos de sus escritos con gran elocuencia, y determina su campo de visión y sus ideas. Poseía un alma noble, envestida en rigor, y resaltaba su condición de  patriota, sin lugar a dudas, incansable luchador por la nación, no descanso nunca por ver al país encaminado en la senda del progreso. Esta característica de patriotismo será retomada más adelante, pues entiendo que tiene un lugar centrar en el análisis del autor sobre los pueblos americanos, y en esta concepción radica un error de concepto interesante para pensar en el fracaso de las políticas civilizatorias en los años jóvenes de la nación argentina.
Sin embargo se destaca una actitud incansable en lo respectivo a la militancia, la cual ejerció primordialmente desde la prensa, factor que consideraba vital, por tanto escribió febrilmente, lo que queda demostrado en la cantidad de  volúmenes de sus obras completas. Esta voluntad constante se puede observar, por ejemplo, en su ansiosa búsqueda de la unidad nacional, la primacía del patriotismo y las ansias por poner la victoria del lado de los unitarios, que era para él el bando que llevaría al país al progreso. Su alto grado de actividad en este cometido consume en Sarmiento gran parte de su energía vital, su tiempo y su pensamiento. Su forma de ser ansiosa y orgullosa llevara a dedicar en esta tarea una dedicación total, tornándolo aún más arremetido, comprometido con la causa, y a veces atropellado. Esta tendencia en su forma de acción se notara en muchos de sus escritos, algunos desarreglados e imprecisos, aun a sabiendas de él mismo, mas también el expresa la necesidad de militar con la palabra y ser constante, batallar religiosamente en el cometido propuesto en tanto sirve a los intereses de la nación. He aquí algunas frases sobre el Facundo del propio Sarmiento que demuestran la propia conciencia de su forma de escribir:

"Jovencito: no tome como oro de buena ley todo lo que he escrito contra Rosas"(Carta a Ramos Mejía).
"Los muchos errores que contiene son una de las causas de su popularidad" (La Crónica, 26/12/1853).
"Cada página revela la precipitación con que ha sido escrito" (Recuerdos de Provincia.).
"Sin documentos a la mano y ejecutado con propósitos de acción inmediata" (Carta a V. Alsina, 7/4/1851).

Sarmiento nace en San Luis en 1811, en donde es criado al calor de las nacientes ciudades de la revolución de mayo, con tintes de progresismo y ciencias, en una familia y entorno lejanos al sentir gauchesco. Se educa y cultiva relaciones con personajes modernos, y en torno a esas cualidades conforma su visión de la argentina y de lo bueno, de cómo debe ser una sociedad. Viaja mucho en sus años jóvenes, ve buenos aires, chile, pero es en sus viajes al resto del mundo, África, Europa y Estados Unidos, donde consolida una de las más grandes ideas de su imaginario, la dicotomía entre civilización y barbarie, que marcara fuertemente muchas de sus ideas posteriores. Piensa en Europa y Estados Unidos con develo, y en base a estos nuevos sucesos, paseos, paisajes, relaciones con personajes de renombre, construye una nueva visión del mundo y de lo bueno.

Sin embargo, quiero destacar un hecho en relación a estos viajes, y es que conoce el exterior, pero no en detalle a la Argentina. Conoce el “deber ser”, los grandes valores de las tierras de afuera, sus instituciones, pero no pone foco en los pueblos locales, los deja fuera de su atención, de su núcleo ideológico, y así, por amor a la nación (y sobre este hecho no es posible dudar: Sarmiento dedico su vida entera a la militancia por lo que él consideraba bueno para el país) comete muchas acciones que paradójicamente terminan perjudicando a su pueblo, más que nada en la cuestión identitaria, suprimiendo tradiciones, lo cual significa una herida en el seno del espíritu latinoamericano difícil de sanar. Poco contacto tiene con el interior del país, y menos con el resto de Latinoamérica, pero esto no es una traba, pues para él, solo vale hacer esfuerzo para el progreso, solo vale visitar ciudades importantes para copiar procesos, circuitos y maneras. Poco interés tiene en las tierras, pueblos y culturas de Latinoamérica, que representan el costado bárbaro de la humanidad. No considera importante conocer para criticar, sus referencias a los pueblos del interior, a zonas desconocidas de argentina, y otras situaciones contemporáneas a él, estaban formadas por los comentarios y fuentes varias que le llegaban desde el exilio y correos.

Vemos entonces como esta personalidad del sanjuanino repercute en su producción, notando una forma despreocupada de hacer los diagnósticos, lejos de los hechos y de los pueblos, cerca de la especulación y de la conformación de ideas fuertes, absolutas, por su forma de ser, sus pensamientos, acciones, y publicaciones tenían la característica de ser muy absolutos, desde su misma concepción hasta que se plasmaban en el papel o en la palabra. No conocía grises ni matices, así como tampoco la reflexión a posteriori de sus propias ideas, ni la autocritica. Su voluntad primera es con la militancia, con la palabra como estandarte y como arma, considerando la prensa como la mayor vía de política moderna. Es mediante el periodismo que ejerce su mayor esfuerzo, es en él en donde concentra su vitalidad en pos del mejoramiento de la patria. La prioridad es el proyecto político, el orden y el progreso, y su deber esta con la militancia, por lo que no hay tiempo para detalles y exactitudes, como explica en el prologo a la segunda edición del Facundo.

Pensamiento social

Este apartado busca analizar las formas de apreciación de la cuestión social de los pueblos de América, basada principalmente en sus análisis del caso argentino, expuestos en el Facundo. La consideración de los pueblos, los habitantes, la mezcla de distintos sectores y la dinámica de las ciudades se tendrán en cuenta para pensar en la visión sarmientina.

Podemos decir que su voluntad luchadora y patriota, por ser tan fuerte y absoluta en su pensamiento, hacia predominar el sentido político de las cosas, analizando y participando de guerras, la distribución de los pueblos, los sistemas de gobierno, hasta la vida misma, vista a través de este tamiz que era el ser político y “la polis”, la ciudad como base primigenia de la asociación, la nación construida por los pueblos y habitantes argentinos. Su ferviente deseo de ver crecer una nación gloriosa al estilo de los nacientes Estados Unidos, se convertirá en una obsesión que casi nublara su concepción del mundo.

Hace una gran lectura de los pueblos al asociar carácter y geografía, tal como se describe en el Facundo, pero luego no ahonda en los sentimientos y necesidades de los pueblos, o lo hace pero elige evadirlo, y centrarse en las necesidades de la nación moderna. Tal es la elección política de Sarmiento, la modernidad sobre la tradición. Aquí resurge con fiereza la visión terminante que tiene sobre la barbarie americana, a la cual, por estar en contra del progreso de la civilización, por ser un escollo grande en lo que para el es el sentido de la vida para el suelo Sudamericano, el desarrollo del “destino glorioso” de estas tierras, desprecia tajantemente. No resalta rastro alguno de dignidad en los pueblos originarios y los gauchos, ni siquiera el valor de la vida, ni valora las propias características de Latinoamérica.

Por eso pensara tan negativamente la participación de los pueblos nativos en su proyecto social, por considerarlos “inadaptables” al modelo de cuidad civilizada, y a los gauchos y todo su folklore, pues entendía que estos entorpecían y obstruían el desarrollo de la ciudad, e impedían la propagación de la modernidad y la legalidad. El desarrollo de la ciudad era central, tal como había visto en Estados Unidos, era el núcleo, el centro donde se desarrollaba toda la civilización.

 “La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea: allí están los talleres de las artes, las tiendas de comercio, las escuelas y colegios, los juzgados, todo lo que caracteriza, en fin, a los pueblos cultos”  (Sarmiento, 1999: 29).

Esta noción puede aplicarse a toda Latinoamérica, esa búsqueda desesperada de la civilidad, que quiere evitar los escollos, en vez de adaptarlos al proyecto político y social. Esta diferencia es central en su pensamiento, y en este sentido creo que podíamos exigirle más a Sarmiento, pues en su misma época otros pensadores trataron de encontrar una solución menos violenta al conflicto de la sociedad dual, tal como la propone en el Facundo:

“Había, antes de 1810, en la república Argentina, dos sociedades diversas, la una, española, europea, culta, y la otra, bárbara, americana, casi indígena…” (Ídem: 60)

La idea de adaptación supone también reconocer la parte de la herencia nativa, y por tanto nacional (porque recordemos que en el inicio del periodo de organización nacional no existía una “nación” más que en las pequeñas tribus y pueblos nativos de los distintos sectores del país), y sin embargo Sarmiento como tantos otros herederos del positivismo eurocentrista, buscaran crear una nación nueva encima de la antigua. Esta palabra es ilustrativa en tanto se buscaba aplastar las viejas tradiciones, primero mediante el exterminio, luego por medio de la educación civilizatoria e igualadora que propondrá Sarmiento. Esto es solo otra manera de ver la opresión de la tradición y el folklore originario de nuestras tierras, pero la palabra que se ajusta a las acciones de Sarmiento es adaptación, y no inclusión, es decir, nunca intentará integrar a los ciudadanos de los distintos sectores del país en su diferencia y diversidad, sino que buscara adaptarlos a un programa político modernizador, civilizador, modificarlos a fin de que sirvan al proyecto nacional. En este punto, la postura del autor reniega de su propia sangre, de du patria y de su raza. Para decirlo mejor, adopta una nueva nacionalidad, la perteneciente a la parte de la sociedad hija de Europa, y busca imponerla al resto.
Si pensamos en la necesidad desesperada de poner en marca el país, de encarrilar la nación de una vez por todas en un proyecto único, que valla en un solo sentido, en vez de la autodestrucción y desorganización que significo el periodo rosista y la pelea entre unitarios y federales, es completamente entendible que Sarmiento piense con urgencia y diagrame una política unificadora sin pensar en integrar a la totalidad de la nación, con lo complejo que sería armar una plataforma que abarque las diversas sociedades de la naciente argentina. Es necesario resaltar también, que en el proceso moderno de construcción de naciones liberales con fronteras definidas y un marco legal único, se tuvieron que construir naciones en donde no había más que pueblos aborígenes, mestizos, gauchos, inmigrantes, más las ideas de afuera, y había que inventar una nación donde no la había, copiando el modelo de constituciones liberales de Estados Unidos. En esta decisión sobre la patria posible, muchos intelectuales de la época optan por el modelo moderno y liberal, resignando la identidad popular.

Este concepto de sociedad dual se puede apreciar en el hecho de que las masas, que no habían nacido en el seno de las corrientes europeas, les daba igual pastar ente las fauces del tirano, que ante las “luces” de la democracia, son poco civilizadas y no prestan atención a esas cuestiones. Ante este hecho Sarmiento sufría, pues no entendía porque en estados unidos había otro tipo de habitante, más patriota y comprometido, ansioso de luchar por la dignidad de la patria, deseoso de ver la nación prospera. Luego buscará Sarmiento crear esta actitud por medio de la educación, que no era para él una vocación tanto como una herramienta política, buscando homogeneizar a la población, hacerle creer estos nuevos valores democráticos que no entendían, y que había que enseñarles, pues no entendían a los apóstoles de la republica y la civilización, esta nueva generación de pensadores hijos de Europa, y sus ideas no prendían entre la población.

Luego estas dos sociedades se irían unificando bajo el fuego y la sangre de la guerra civil, el final triunfo de la democracia y la progresiva erradicación de la tradición y los  viejos valores nativos y gauchescos. La ingeniería social de Sarmiento está basada en los valores que hacen posible el desarrollo de la ciudad moderna: el acatamiento de la norma, la sumisión a la autoridad, la construcción de un ciudadano con valores democráticos y respeto a las instituciones. Esto es centrar para desarrollar la característica centrar del ciudadano civilizado, que se someta ante la única ley impartida desde el Estado, el gobierno soberano, la autoridad máxima. Aquellos pueblos e individuos que no pueden desarrollar esta legalidad impiden el fortalecimiento de la nación y la autoridad del Estado. Esto está fuertemente relacionado con las ideas de la época, tales como el  positivismo, el iluminismo, alimentado en la nueva generación de intelectuales del rio de la plata.

Sarmiento pensaba que el gran problema de la América del sur era el atraso que él sintetizaba con la frase civilización y la barbarie. Como muchos pensadores de su época, entendía que la civilización se identificaba con la ciudad, con lo urbano, lo que estaba en contacto con lo europeo, o sea lo que para ellos era el progreso. La barbarie, por el contrario, era el campo, lo rural, el atraso, el indio y el gaucho. Este dilema, según Sarmiento, solo podía resolverse por el triunfo de la "civilización" sobre la "barbarie". En la siguiente frase no quedan dudas de tal voluntad:

 "¿Lograremos exterminar los indios?. Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado". Domingo Faustino Sarmiento (El Progreso, 27/9/1844; El Nacional, 25/11/1876).

Hay que tener en cuenta que eran días violentos, que se ejecutaba gente en las calles, se azotaba gente por insubordinación, y las guerras estaban al orden del día. Hay que tamizar esta frase. Aun no estaba completamente instalada la noción de derechos humanos, que gobierna hoy nuestro sentido de la moral, de lo permitido, de lo visible del ser, y por tanto, marca el límite de lo que aun no está regulado por el derecho internacional. Esta frase desafortunada fue producto de su gran producción literaria y periodística, y de la impotencia que siente por la situación racial, pues los aborígenes eran incompatibles, y se notaba un odio mutuo y resistencia.

La educación se usará como arma para crear ciudadanos compatibles y funcionales con la nación, pero no era una educación para el ser, sino para el proyecto político, todos para el mismo país, para formar una nación unida, sin diversidad.

El error, a mi parecer, es no entender el surgimiento natural de las ideas e instituciones en Estados Unidos, no comprender el fluir de aquellos procesos que se presentaron naturalmente y sin esfuerzo por parte de sus creadores, un desenvolvimiento “sin trabas”, mientras que, al no entender ese fluir natural, buscó imponer un modelo acá, que impidió el fluir natural que correspondía a las tierras del sur, no dejó que se forjase un propio sistema político, una organización natural a los pueblos y geografías locales. Este es el fracaso de la idea de copia de un modelo exterior.

El segundo error fue negar al pueblo: Quiso crear un pueblo nuevo, con nuevas tradiciones y hábitos, llenar el desierto, por lo que priorizo la inmigración, generando el caos multiétnico que era la buenos aires de finales de la década de 1890.

¿Qué hay de los pobladores originarios, que tanto mas perduraron en el resto de Latinoamérica, y que en el facundo apenas y se nombran llamándolos “salvajes” y “bestias”, ni siquiera bárbaros? El bárbaro es una persona inculta, sin educación. El salvaje ni siquiera logra esa denominación para Sarmiento. Esa era la real conformación de una radiografía certera de la población argentina, que hoy podemos corregir gracias a los avances de la historiografía la antropología y la ciencia misma. Si a esto le sumamos la gran cultura autónoma que fueron los gauchos, tenemos también una doble caracterización de pobladores más auténticos de estas tierras. Sarmiento no reivindica a ninguno de los dos. Los ataca y quiere imponer la cultura europea.

Ve como modelo de hombre el estadista, patriota, la persona dedicada al cuidado y progreso de la nación consolidada como base de la sociedad moderna y la cuidad civilizada. (El mismo se considera estadista, típico de su idealismo romántico). Ve el mal en el exceso de pasión, la cual debe ser una cualidad moderada, escondida, y todo debe ser medido y civilizado.

Es fácil hoy, luego del terrible desarrollo del sistema republicano norteamericano y el subsiguiente capitalismo salvaje que está atado a este, criticar esta postura desarrollista y capitalista. Corremos con la ventaja de los años y el devenir histórico, las revoluciones y los datos que hoy nos hacen desear que aquel barco que portaba a aquellos idealistas y republicanos, democráticos y visionarios, jamás hubiese tocado las costas de América. Esta idea nos ayuda a darle algo de justicia a sarmiento, pues, por su biografía, su educación y su crianza, era lo más esperable que buscase la grandeza de la nación en la expansión de la modernidad, una idea similar al iluminismo si se quiere, iluminar con la ciencia la obscuridad de la ignorancia y la tradición, por tanto, en este contexto, copiar a estados unidos, la nación más moderna y progresista de la época, con el mejor funcionamiento institucional, social y político, digno de una estructura nueva, sin la corrosión de los años que mostraba Europa, era lo más sensato que se podía pensar. Démosle, en este aspecto, la derecha a sarmiento.

Pensamiento político

Como decíamos anteriormente, por la personalidad de Sarmiento, su pensamiento tendía una ligazón casi instantánea con la dimensión política. A pesar de que se análisis de la sociedad en el Facundo es un trabajo ejemplar de sociología y análisis de las dimensiones de poder y sociabilidad en la temprana argentina de principios de siglo XIX, busca ante todo una acción política desde su escritura, e incansablemente combatirá aquello que considera una amenaza para el desarrollo de la nación. Se puede decir con justicia que toda acción en la vida pública de Sarmiento fue una acción por y para la política, por la militancia.

Ahora bien, ¿Quien está capacitado para conducir un pueblo, para decidir por un pueblo? Quien lo conoce. ¿Conocía sarmiento realmente a la América? Sarmiento, en su orgullo, creía conocerla, creía conocer su pura esencia, lo más importante a la hora de analizar, por lo que no creía que fuera necesario conocer otros detalles. Esa esencia era reconocer el destino de potencia, por sus características geográficas, se desvivió para ver realizado ese “destino glorioso”. No quería reconocer el lado bárbaro, y esto era como una verdad a medias, un no querer ver, una negación de la realidad del continente.

Sarmiento es un liberal que tiene detrás de él una sociedad en construcción, una sociedad a la que hay que dotar de instituciones y de estructuras de poder. Se sentía llamado a la cuestión nacional, por tanto no se metió en el tema americano, y tuvo poco contacto con Sudamérica, concentrándose  en Argentina, sus polémicas con Alberdi, en Rosas, en la eterna lucha entre unitarios-federales.

¿Que buscaba, cuál era su idea de nación bien habida? Modernizar, civilizar, progresar. Copiar a estados unidos se volvió su obsesión, traer gente de Europa era el medio para lograr ese fin, civilizar positivamente, por medio del orden y progreso, la clásica receta de mediados de siglo XIX. En esto sarmiento no era innovador, ni era único en su época. Muchos compartían esta visión, y tratando de ser empáticos con esta corriente liberal, suponemos que era la proposición más prudente para un país en el amanecer de su crecimiento. Por medio de la educación, del soberano, del civil, del criollo, del gaucho, del niño. Educación en tanto erradicación de los malos modales, del desorden, de los valores gauchescos tradicionales tales como el ocio y la informalidad, educación en tanto uniformidad y modernización de las tradiciones y hábitos. Educación como arma política para crear ciudadanos compatibles y funcionales con la nación.

En este sentido la dimensión social y política tienen completa relación, pues todo lo que en el apartado anterior destacábamos como los elementos que sarmiento priorizaba en su análisis social, se verá plasmado en su búsqueda política, en su actividad militante. Cada una de sus ideas sobre lo bueno y lo malo para la nación, sobre el destino de sus habitantes, sobre el modelo social a seguir, sobre su concepción de hombre pleno, tendrá su contraparte en algún escrito, alguna movilización, alguna batalla sea con la pluma o la espada.

Como ya hemos dicho, su deseo de copiar a Estados Unidos será ferviente también en lo político. Democracia e instituciones, civilidad, eso es lo que Sarmiento quiere propagar por América latina, acatamiento al poder central, pues esto es la modernidad, la conformación de naciones bajo la autoridad única del Estado. Se ve una gran influencia y amamantamiento de las ideas de Toquevielle en su viaje a estados unidos: 

Los Estados-Unidos son una cosa sin modelo anterior, una especie de disparate que choca a la primera vista, y frustra la expectación pugnando contra las ideas recibidas, y no obstante este disparate inconcebible es grande y noble, sublime a veces, regular siempre; y con tales muestras de permanencia y de fuerza orgánica se presenta, que el ridículo se deslizaría sobre su superficie como la impotente bala sobre las duras escamas del caimán. No es aquel cuerpo social un ser deforme, monstruo de las especies conocidas, sino como un animal nuevo producido por la creación política, extraño como aquellos megaterios cuyos huesos se presentan aun sobre la superficie de la tierra. De manera que para aprender a contemplarlo, es preciso antes educar el juicio propio, disimulando sus aparentes faltas orgánicas, a fin de apreciarlo en su propia índole, no sin riesgo de, vencida la primera extrañeza, hallarlo bello, y proclamar un nuevo criterio de las cosas humanas (Viajes: 290)

Entiende entonces a un país como algo que solo funciona con un proyecto único, común, por lo que trabaja duro por el triunfo de los unitarios, no solo por evitar que se propague el rosismo y el caudillismo, sino para poner en marcha de una vez el proyecto único que pueda poner ladrillo sobre ladrillo, martillar el mismo clavo. Se siente condenado por pertenecer a un país con tanto atraso, tanta población bárbara, por lo que se acentúa su austerísimo, su actitud poco conciliadora, polemizadora, no tiene grandes aliados políticos, y se siente un incomprendido.

Idea de progreso también era llenar el vacío, el desierto, la “inconmensurable llanura pampeana”, hacer navegables los ríos, inundar desde el progreso civilizatorio de la buenos aires portuaria, núcleo de toda civilidad, al resto de las provincias acechadas y consumidas por la barbarie campesina, los malos modos del gaucho argento, su vagancia y su prepotencia, su falta de valores democráticos y modernos, finos, progresistas, cosa que se comprueba con las terribles inestabilidades que generaba el gobierno de rosas a nivel nacional, tanto como el caudillismo violento y sin sentido de las campañas del interior, que arrasaban ciudades sin motivo y hacían reinar el ocio y el atraso. Por medio de las políticas de inmigración se muestra claramente su voluntad de negar la población local: Ve al gaucho, al caudillo, como un asesino en potencia, una persona falta de moral jurídica y legal, capaz de juntar bajo su mando a las masas incultas y pasionales, las montoneras, una horda de bestias que representan el mayor escollo al libre desarrollo de la ciudad, el centro de todo progreso. Por eso les teme secretamente y les combate toda su vida como activo militar del ejército unitario.

Percepción latinoamericana

El ensayo es, en definitiva, sobre la percepción. Que se ve, y que no. Podríamos decir, que existe, y que no. Se piensa entonces en los aspectos públicos de la vida en el siglo XIX, la circulación de información, cartas, viajes. Sarmiento elige militar desde el papel, tiene una noción de “urgencia”, que lo hace escribir compulsivamente, y “no tiene tiempo” para hacer investigaciones de campo, averiguar, viajar, y hasta meditar sobre lo que escribe, siempre escribe en caliente.

A la hora de pensar en la construcción de naciones luego de la independencia de los países de América del sur, el Proyecto de occidentalización tomo fuerza entre los pensadores liberales. Se puede citar a Sarmiento como un ejemplo representativo de este tipo de pensamiento latinoamericano para el que su función social radica, como he dicho, en contribuir a la europeización de América, entendiendo además este proceso como una lucha dramática contra la barbarie de las tradiciones indígenas y del pasado del mestizaje hispano. Dos citas a modo de ilustración:

"En nuestros tiempos de civilización homogénea y universal, americana, europea, de líneas de vapores por caminos y de cables submarinos por estafeta, el patriotismo como recuerdo, es simplemente una enfermedad que se llama nostalgia".( Sarmiento, "La nostalgia en América", en Carlos Ripoll (ed.), Conciencia)

Y la otra dice:

"¿Qué le queda a esta América para seguir los destinos prósperos y libres de la otra? Nivelarse; y ya lo hace con las otras razas europeas, corrigiendo la sangre indígena con las ideas modernas, acabando con la edad media".( Sarmiento, Conflicto y armonías de las razas en América, en Carlos Ripoll (ed.), op.cit.; pág. 94.)

Aquí quiero pensar en la consideración de la identidad americana por parte de Sarmiento. En un escenario a su vez complejo como eran las sociedades decimonónicas en América Latina, la identidad latinoamericana no se podía apreciar a simple vista. ¿Hay elementos que animen a pensar en una identidad común, mas allá de las diferencias entre los países? Hoy se piensa que si, y los países muestran señales de buscar estas tendencias. Las características en común se pueden observan en un rápido análisis, pero la forma de unión se torna más intrincada. Esa cosa común que tiene Sudamérica es la barbarie nativa. Este es el eje de la postura de Sarmiento, que como decíamos no tiene demasiado tiempo para ahondar en las particularidades de cada país (lo que si dice es que el sistema del caudillo fuerte al estilo de Rosas desgarra al pueblo pero lo tiene controlado bajo su yugo, se repite en Uruguay, Paraguay y Brasil), pero tampoco le importa incurrir en inexactitudes, sabe de sus urgencias y habla de manera general.

El atraso en Latinoamérica se debió que la  imposición de ideas fue dificultosa, y  no prendían los valores europeos, pues no eran propios a los pueblos americanos. Lo que si fue propio fue la lucha por la independencia, pero luego, a la hora de construir algo nuevo, todo era difuso, impredecible. Sarmiento dice que el destino de los pueblos de Sudamérica, por poseer el tipo de ciudadanos reacios a las ideas democráticas, nativos y mestizos indisciplinados, que rechazaban la autoridad, era sufrir bajo el rigor de los caudillos, la violencia de las guerras internas y externas, siguiendo los caprichos de sus dirigentes. Dice en el Facundo:

“(…) ello vendrá por la naturaleza de las cosas, porque esto no depende de la voluntad de los pueblos ni de los gobiernos, sino de las condiciones inherentes a toda la faz social. Los que esperan que el mismo hombre ha de ser primero, el azote de su pueblo, y el reparados de sus males, después; el destructor de las instituciones que traen la sanción de la humanidad civilizada, y el organizador de la sociedad, conocen muy poco  la Historia” (pág. 242)

La gente de Latinoamérica, por cederles el poder a los autoritarios caudillos, es la que permite que el atraso se propague y que las instituciones se destruyan junto con las ciudades, con el consentimiento del pueblo.
Los países de América del sur, según la percepción de Sarmiento, eran pequeñas naciones ruinosas, y tal era la característica que tenían en común. Dice sarmiento al respecto:

“Las repúblicas sudamericanas han pasado todas más o menos por la propensión a descomponerse en pequeñas fracciones, solicitadas por una anárquica e irreflexiva aspiración a una independencia ruinosa, oscura, sin representación en la escala de las naciones. Centroamérica ha hecho un estado soberano de cada aldea; la antigua Colombia diósela para tres repúblicas; las Provincias Unidas del Río de la Plata se descompusieron en Bolivia, Paraguay, Uruguay y Confederación Argentina, y aun esta última llevó su afán de descomposición hasta constituirse en un caos sin constitución y sin regla conocida, de donde ha salido la actual Confederación, encabezada en el exterior por un encargado provisorio de las relaciones exteriores. Los Estados del Plata están llamados, por los vínculos con que la naturaleza los ha estrechado entre sí, a formar una sola nación. Su vecindad al Brasil, fuerte de cuatro millones de habitantes, los ponen en una inferioridad de fuerza que sólo el valor y los grandes sacrificios pueden suplir.(...)”

Como decíamos antes, la intención de “copiar” a Estados Unidos no solo era evidente, sino manifiesta. Para Sarmiento, justamente, el problema fundamental no será ya la relación entre las colonias y el Imperio, sino el proceso de construcción de las sociedades criollas bajo un esquema que bien puede denominarse oligárquico-liberal. Entiende Sarmiento que estas sociedades no son las europeas y que por la naturaleza de sus historias arrastran las rémoras de un pasado indígena y colonial que las sitúa por debajo de las sociedades “civilizadas”. Su enjuiciamiento de la sociedad americana lo hace a partir, entonces, del paradigma civilizatorio, de la idea que tiene de las sociedades industriales y capitalistas. Sarmiento observa fundamentalmente las carencias, el déficit acumulado que impiden a las sociedades de nuestra América un despegue semejante a los países capitalistas europeos o a los Estados Unidos. Son estas carencias las que hay que superar rápidamente con el propósito de salvar etapas y llegar a ser como los países industriales y desarrollados. “Alcancemos a Estados Unidos –escribe en 1883-. Seamos la América, como el mar es el Océano. Seamos Estados Unidos”. (Sarmiento, 1978:18).

Por tanto, el proyecto de purga de los elementos nocivos para la civilización, la erradicación de la barbarie de los nativos, era extendible a  Latinoamérica: No solamente fogoneó desde la prensa para que se haga la guerra al Paraguay. En marzo de 1869 llega a Buenos Aires la noticia de la muerte del Mariscal Francisco Solano López en Cerro Corá. Sarmiento mandó una banda de música a tocar serenatas ante la puerta de Mitre, y el mismo día le escribía a Mrs. Mann:

“No crea que soy cruel. Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial... Son unos perros ignorantes... Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a ese pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana” (JMR. La guerra del Paraguay.p.323)

Conclusión

A modo de revisión, y bajo la luz de la gran variedad de ideas que se barajaron en este trabajo, propongo una serie de reflexiones para dar cierto sentido a las acciones de sarmiento, así como también justificar muchas de las ideas que el autor impulso toda su vida como propuestas políticas, y entrar en discusión con ellas, desde el presente y con la ventaja de estar adelante en la historia, tratando así de dar respuesta a las inquietudes planteadas al principio del presente ensayo.

Puede decirse que la gran metodología de Sarmiento fue importar procesos y modelos desde afuera y aplicarlos a nuestras tierras. Visitar ciudades importantes para copiar procesos, circuitos y maneras. Tenia, pues, poco interés tiene en las tierras, pueblos y culturas de Latinoamérica. Su vista, su percepción, su admiración esta, desde pequeño, y por el candor bajo el que crece, ligado a las imágenes de civilidad y modernidad, por tanto cuando esas ideas cobran cuerpo y materia en los grandes sistemas políticos de Europa y Estados Unidos, toda su excitación se enciende, y queda ligado para siempre a esta búsqueda. No puede más que desencantarse cuando vuelve a América del sur, y hasta el final de su vida lamentara la gran incongruencia entre el destino glorioso de la “otra América”, por sus condiciones geográficas, y la incapacidad de armar un modelo adaptando a los salvajes que pueblan estas tierras.

Por otro lado, propongo una idea para explicar el interés que muestra Sarmiento en la lucha local, en contraparte con la poca atención que puede proporcionar a los movimientos políticos que se desarrollaban en el resto de América del sur. Los debates, luchas y cuestiones relativas a la confederación argentina, el rio de la plata, los unitarios vs federales, la revolución de mayo, todo ese ebullir de debates, planteos, discusiones, plena política en marcha, era demasiado demandante como para que Sarmiento pudiera dedicar su pensamiento a América latina y otras cuestiones más continentales.

También el concepto de Civilización y barbarie se puede desprender como propuesta para Latinoamérica. O blanco o negro, o sacamos a todos los atrasados, que impiden la ciudad, o vivimos en el atraso. Para Sarmiento no hay grises ni medias tintas, son los reales argumentos en pugna. Es la barbarie que no sobresale por sí misma sino confrontada con una civilización a la que él asigna sólo bondades. Se destaca aque el Eurocentrismo antes mencionado, marcado por el avance de la globalización, contagio de la idea de la nación moderna y liberal regida bajo una constitución, la inminente necesidad de progreso y competitividad, la urgencia de organizar el país bajo un modelo productivo. Toda esa generación tenía esta postura, por lo que Sarmiento no era solo un loco con ideas modernizadoras. Tal como se dice en el Facundo:

“La juventud de Buenos Aires llevaba consigo esta idea fecunda de la fraternidad de intereses con la Francia y la Inglaterra; llevaba el amor a los pueblos europeos, asociado al amor a la civilización, a las instituciones y a las letras que la Europa nos había legado, y que Rosas destruía en nombre de la América, sustituyendo otro vestido al vestido europeo, otras leyes a las europeas, otro gobierno al gobierno europeo”.(pág. 236)

Parece olvidar esta corriente el corazón americano y la voluntad popular, pues pese a haber nacido en las tierras americanas eran hijos de Europa, y rechazaban la vida y los habitantes nativos y mestizos. Vuelve a repercutir en este momento la noción anteriormente citada de la sociedad dual como representante común da las sociedades de Latinoamérica, característica que marcara el desarrollo de las mismas  y que aun hoy sigue mostrando señales del desequilibrio que significa imponer un pueblo y una cultura encima de otra.

La idea de patriota y estadista como persona ideal para desarrollar el proyecto de nación que proponía Sarmiento, que ya ha sido explicada anteriormente, tiene un elemento que considero de gran importancia para dar base a mi propuesta. Sarmiento, hacia el final del Facundo, habla del espíritu americano. Como es de esperarse, su percepción de aquel espíritu orientado a la libertad y el ejercicio de los valores democráticos, está relacionada con el carácter de los habitantes de Estados Unidos, y no con los habitantes de toda la América. Tal era su deseo de ciudadano ideal, y tal era el espíritu que había que hacer surgir en “nuestra América”. Esta animosidad perfecta, de estadista y patriota, era el ingrediente clave que sarmiento buscaba para que su fórmula de ingeniería social en Argentina y América del sur fuese perfecta. Pero ahora quisiera levantar una pregunta. ¿Por qué el ciudadano de Estados Unidos es patriota? Sin entrar demasiado en este vasto tema, puedo decir que el norteamericano es patriota porque tiene patria, porque esta patria a su vez esta creada por el mismo, en el seno del intercambio fluido de las relaciones sociales de aquel naciente estado. En esa fluidez dinámica de su asociación, en la inquietud democrática que no era de uno solo (como fue en el caso argentino, donde unos pocos quisieron imponer ideas ajenas a la tierra, a su tiempo, si se quiere, pues el terreno aun no estaba fértil para gestar esas ideas, y sus ciudadano estaban “verdes” como para acuñar esos intereses y valores), sino que era compartida por muchos, genero la rapidez de crecimiento de ese espíritu americano. De la nada, en aquel barco que viajaba hacia el nuevo mundo, crearon su propia patria americana, investida de aires democráticos e instituciones creadas por ellos mismos y particularmente para ese proyecto en formación. Por ende, tenían todos los motivos para defender esa nación, que era realmente de ellos, a la cual ya tenían institucionalizada en su pensamiento, en su conducta, en su percepción del mundo. No conocían otra cosa que no fuese ese universo de instituciones bajo el cual se armaba esa nación y sobre la cual ellos desplegaban todo su espíritu creador.

El contraste con los nacientes pueblos de América del sur no puede ser más claro. La imposición del modelo democrático fue fuerte y marcada con sangre y fuego, y nunca se gesto naturalmente en los habitantes de sus tierras. La voluntad de ser libres desencadeno las victoriosas campañas de independencia de los héroes latinoamericanos, que por más diferencias de concepción que tuviesen sobre la política a aplicar o sobre la condición de los pueblos sudamericanos, tenían en común ese impulso liberador, ese deseo de cortar el yugo opresor de Europa. Bajo este fluir natural, la historia se desenvuelve de manera ágil, casi con gracia, pues los movimientos se desencadenan de manera acompasada, sin interrupción, pues tal es el designio de la unión del deseo de las masas, una confluencia poderosa que apunta en una única dirección. Luego de esta libertad, surgieron las trabas que marcaron a todas las naciones latinoamericanas, y que hoy podemos señalar como el elemento en común de estos pueblos: el atraso. Aventurar, en este punto, una tesis sobre el atraso del cono sur, puede ser precipitado. Pero es imposible negar esto: la imposición de un modelo ajeno a la voluntad de los habitantes de estas tierras no ha sido en vano, y el espíritu de estos pueblos esta marcado con esa huella, con el peso de las tradiciones arrancadas, con la bronca de un pasado negado, por esto el patriotismo no podía surgir de los pueblos, no solo porque no lo sentían propio, sino porque sentían con dolor el desarraigo de su relación original con la tierra y sus hermanos. lo más paradójico es que fue perpetrado por las manos de los intelectuales y políticos de nuestra propia tierra, en su proyecto político de insertarse en el nuevo mundo, bajo el naciente sistema de las naciones modernas y liberales, armadas bajo una constitución y un prototipo de gobierno, también impropio del desarrollo natural de estas tierras.

Como ya he mencionado antes, el juicio de valor esta de mas en estos análisis, pues los tiempos son distintos, y podemos asegurar, al menos en el caso de Sarmiento, que es el que nos compete en este trabajo, que la búsqueda de modernizar y civilizar no estaba hecha con mala intención, con saña, sino todo lo contrario, que deseaba ver la nación prospera que merecía este pueblo, y le dolían las injusticias y el sub desarrollo de los pueblos. Era, al contrario, con la incansable actitud de amor a la patria que actuó en consecuencia, y su error de diagnostico, o su estrechez a la hora de ver las dimensiones y características profundas de América, poco podemos reprochar, por ser ajenos a ese tiempo.

Como conclusión final, puedo decir que, en base a lo expuesto sobre Sarmiento, mas las ideas con las cuales discute, y el pensamiento de época de otros intelectuales, que en mediados y finales del siglo XIX no había una visión de América latina en tanto bloque, no se buscaba unificar el continente, sino encontrar, con relativa urgencia, un modelo político que permita, primero controlar, y luego encaminar y encarrilar un sistema social y político que pueda desarrollarse en el tiempo y crecer sin distorsiones.














Bibliografía
Chavarria, J. M. (1962) Densidad espiritual de Sarmiento. Buenos aires. 
  Sarmiento, D. F (1992) Facundo – civilización y barbarie Buenos aires, Centro Editor de América Latina
  Sarmiento, D. F (1883) Conflicto y armonía de clases en América Buenos Aires
  Sarmiento, D. F. (1997) Viajes por Europa, África y América. Colección Archivos. Santiago: Editorial Universitaria y ALLCA XX.        
  http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-23762008000100004&script=sci_arttext

www.elhistoriador.com.ar 
  http://www.mwi-aachen.org/Images/2El%20pensamiento%20latinoamericano_tcm16-40289.pdf
  http://www.fcs.una.ac.cr/documentos/sociedad%20posible%20en%20America%20Latina.pdf


 (Rovere, Cristian. 2012, Buenos Aires, Argentina. ©)