Aquí encontraran algunos los artículos, investigaciones y ensayos académicos que realicé en los últimos años. Los mismos varían considerablemente en sus temáticas, debido a mi constante curiosidad e inquietud a la hora de interesarme por los fenómenos del mundo. Desde la filosofía a la sociología, desde la historia hasta el pedagogía, o desde artículos de opinión hasta investigaciones periodísticas de actualidad, todos estos trabajos tienen sin embargo un eje común, y este es mi contante voluntad de poner mi cabeza y mi empeño en no conformarme con el mundo que aparece todas las mañanas, el que venden los medios de comunicación, ese mundo que se presenta a si mismo como unidimensional e inmutable.

martes, 11 de agosto de 2015

Convivencia, Multiculturalismo y Poder: una nueva estimación de las perspectivas de paz en el conflicto Israelo-Palestino


Abstract


El presente trabajo busca avanzar sobre la actualidad de la temática del conflicto israelo-palestino, sobre todo en los ejes de identidades culturales y las presiones de las elites políticas, y busca además hacer una nueva evaluación de las perspectivas de paz.

Introducción



El conflicto israelo-palestino es uno de los casos más interesantes y complejos de analizar, tanto a nivel político, militar, religioso y social. Los niveles de violencia y enemistad son altos y generan situaciones terribles en el terreno de lo civil, y quienes buscamos la paz vemos con pesar que la misma se aleja siempre que parece que puede alcanzarse, y cada vez el conflicto es más recrudecido y enmarañado.

La situación cambió radicalmente luego del atentado del 9-11, que irónicamente pareció coincidir con el fracaso de las negociaciones sostenidas durante toda la década del 90’ (Oslo, Madrid, Camp David). La mundialización de la llamada “Guerra contra el terrorismo” llevada a cabo por occidente no hizo más que avivar la llama del islamismo y su “Guerra contra occidente”. Esto a su vez fomentó nuevos ataques y muestras de nerviosismo entre los árabes y musulmanes, que alimentó la construcción de la representación social que occidente llama “fundamentalismo islámico”. En un segundo volvimos 30 años atrás, a las épocas de tradicionalismos, intransigencias e intolerancias. Los que se benefician con la guerra se aseguraron 10 años de nuevos conflictos y marcha atrás en las negociaciones por la paz.

La situación civil en los territorios ocupados es desesperante e Israel parece librar una guerra contra la población palestina, un ataque colonial. Tel Aviv y el resto de Israel sufre el stress y la incertidumbre, pero no es el foco de la violencia.

En el aire, casi como un susurro, se alcanza a escuchar una voz, o un ruego, una pregunta que hace falta. Los habitantes de Israel, árabes o judíos, ¿quieren guerra o quieren paz? ¿Están dispuestos a transitar el camino hacia la paz?

Probablemente la respuesta inicial sería “NO”. ¿Por qué voy a negociar con el que me mata? ¿Por qué voy a ceder mis derechos legítimos a vivir en mi tierra? Edward Said, el intelectual palestino más reconocido, dice al respecto: “el aspecto más desmoralizante del conflicto es la oposición casi total de los puntos de vista mayoritarios”.

Sin embargo, el propósito de este trabajo es buscar esas voces que sí buscan la paz, y tratar de entender si quienes inicialmente se oponen a la paz no están haciendo eco de las ideologías políticas de las elites gobernantes. En un contexto en donde el conflicto esta naturalizado y las elites políticas no hacen más que profundizar ese camino, las voces por la paz quedan tapadas, parecen incoherencias por habitantes confundidos que no entienden la gravedad de la situación.

La violencia debe dejar de ser una alternativa. Deben entender que crecer en un contexto de guerra constante es un precio muy alto para la ciudadanía, y que impide la plena libertad de sus habitantes. Crecer en medio del dolor, de las alarmas, la paranoia, el odio, es simplemente inaceptable. Se deben buscar soluciones que impliquen la convivencia, la aceptación, y sobre esa base construir la alternativa binacional y bi-estatal.


Las identidades culturales y multiculturalismo. ¿Es imposible convivir?



Como un pasajero varado en el aeropuerto sin pasaporte, el palestino está atrapado. Su país ha dejado de existir. No tiene Estado, no hay gobierno, ya no es reconocido por la comunidad internacional. Una historia difícil de creer. La desaparición de un elefante en medio del escenario, en frente de todos.

El palestino busca que lo dejen existir. Este trabajo va más allá de las responsabilidades históricas, de la situación bélica en medio oriente, de las redes políticas y económicas trazadas entre Israel y Estados Unidos, más allá del islamismo y el judaísmo. Es una cuestión social, identitaria y cultural; una cuestión de derechos. Derecho a ser. Derecho a tener una nacionalidad. Derecho a la autodeterminación.

Como cientistas sociales debemos pensar en las formas de lograr que la voluntad de la ciudadanía sea acompañada por los líderes políticos, y no al contrario, que los políticos influyan a la ciudadanía y les hagan creer en un conflicto eterno frente a un rival natural que no solo es esencialmente distinto a uno sino que además quiere destruirnos, y en esa lucha por sobrevivir y defenderse, debemos destruirlo primero antes de que nos destruya a nosotros.

La convivencia con culturas diferentes suele ser una cuestión delicada, donde a menudo se generan tensiones y roces entre ambos grupos que deben monitorearse y apaciguarse antes de que se conviertan en conflictos de gran magnitud para la sociedad. Las sociedades multiculturales representan desafíos para los Estados, en la medida en que deben ser el agente que asegure la igualdad y la plenitud de derechos para toda la ciudadanía. El Estado-Nación es el marco en el cual se da el multiculturalismo y particularmente la convivencia entre dos culturas. En ese sentido no sorprende la mala relación entre israelíes y palestinos, siendo estos puestos a convivir en el agresivo Estado de Israel.

Sería incorrecto afirmar que árabes e israelíes se lleven mal sin hacer referencia al contexto en el que conviven en la actualidad, que los lleva a altos niveles de tensión. Si hacemos historia veremos muchos momentos del pasado en donde ambos grupos culturales convivieron sin problemas. Sin embargo, el Estado de Israel promueve la diferencia y la distinción del otro como un extraño, un extraño agresivo y peligroso.

El concepto de multiculturalismo puede parecer difícil de caracterizar. Si por multiculturalismo se entiende la convivencia de diferentes culturas gobernadas por leyes propias y diferentes para cada una de ellas, no cabe duda que estaríamos ante un fenómeno negativo y disgregador. Si siguiésemos la definición del Estado de Derecho, se entiende el multiculturalismo como la posibilidad de que cada persona pueda expresar su cultura dentro de la ley del país receptor. De esta manera nos encontramos ante una definición que fomenta la libertad y la igualdad. El objetivo debe ser un modelo de convivencia basado en la pluralidad y la tolerancia, el inicio del camino para lograr esa sociedad multicultural y democrática.

En Israel vemos la interacción entre dos culturas diferentes, pero no mejores o peores. Y sin embargo, esa es la idea que se transmite al interior de cada cultura. Por los procesos históricos, coyuntura y dificultades de la convivencia, las asperezas conducen a una competencia en donde ambas culturas chocan y compiten entre sí. Al interior de cada una, desde la crianza y luego la educación, cada cultura se realza a sí misma por sobre la otra. Para el sujeto requiere de un esfuerzo superar esa diferencia generada cultural e históricamente para posicionarse por encima de ese debate y reconocer al otro como un “igual-pero-distinto”, en donde las diferencias culturales estén libres de juicios de valor.

A esto se le suma, como decíamos al principio, que el palestino vive en condiciones muy duras dentro del territorio israelí. El Estado no lo integra y no le da un status de ciudadanía que lo incluya dentro de un marco normativo y jurídico estable.

Esto estaría en la misma línea de la concepción del multiculturalismo postmoderno y su visión del otro: la "tolerancia" liberal integra al Otro pero privado de su sustancia, y denuncia o rechaza a cualquier Otro "real" por su fundamentalismo, dado que el núcleo de la Otredad está en la regulación de su existencia.

El multiculturalismo liberal se expresa como una tolerancia nominal hacia el extranjero, pero de facto solo se le acepta si deja de lado su nacionalismo y resigna su identidad por la nueva nacionalidad. Esto se ve con los árabes israelíes que habitan en Israel, en donde les piden que adopten otra nacionalidad que superponga su identificación inicial palestina. Se da una “integración selectiva” del otro, aceptándolo solo nominalmente y a condición de resignar su nacionalidad y adoptar la nueva bajo las condiciones del Estado receptor. Esta inclusión no es real y contiene un alto grado de racismo étnico que genera odio y tensiones.

Detrás de esta falsa integración, se esconde una batalla política por la hegemonía ideológica, y es aquí donde la cultura y el discurso se entrelazan con las estrategias para la acumulación de poder político por parte de las Elites que detentan las posiciones de privilegio.

Siguiendo a Hegel, el sujeto se hace con una primera identificación primaria en relación a su familia y su comunidad. Luego el Estado le “propone” sumarse al universal al ofrecerle una nacionalidad, que sería la segunda forma de identificación. Esta se opone directamente a la identificación primaria, pero pueden coexistir si se mantiene abstracta, y puede convivir con la identificación inicial. Sin embargo, se puede hacer concreta si le pide al sujeto que olvide su identificación primaria y pase a ser parte de la “sociedad universal” que propone el orden social establecido por el Estado-Nación, que es la forma que este tiene de incluir a las minorías: pidiéndoles que abandonen su identificación primaria por una global y homogénea.

En la era moderna el Estado-Nación es el vehículo para ser incluido. Estar fuera de él es no existir, no ser parte del universal. No tener derechos. En la posmodernidad, el Estado es cada vez menos vinculante, y los sujetos se sienten menos atraídos por la idea de “ser parte de la nación”. Se manifiesta como una vinculación formal, y se buscan vinculaciones más íntimas, como étnicas y religiosas. Hoy por hoy, lo étnico supera a lo nacional, a la inversa de como era antes.

Sin embargo, al palestino no le alcanza con pertenecer a una etnia y una religión, porque no pertenecer a un Estado lo excluye del universal mundial, y le impide autodeterminarse. Por eso Palestina busca una ciudadanía confirmada en términos jurídicos, para poder existir en igualdad de derechos. Esta ciudadanía debe entenderse en un doble sentido: primero, como un atributo para ser partícipe de derechos civiles; segundo, como pertenencia a un pueblo definido culturalmente, reconocido por un Estado. Es por lo tanto el Estado el que debe hacer frente al hecho de tener varias ciudadanías. Sin embargo, en el canon occidental se esconde detrás de la fachada multiculturalista del Estado-Nación la cultura hegemónica de una parte dominante.

A juicio de Edward Said, estos cuarenta años de ocupación han significado un bloqueo al ejercicio de ciudadanía plena para los palestinos, cercenando sus derechos, tanto en los territorios ocupados como para los árabes del Estado de Israel. Los árabe-palestinos no son reconocidos como seres humanos de pleno derecho, negándoles su ciudadanía, vaciándoles, por tanto, de su identidad política y viviendo en un régimen orientado a mantener a la minoría palestina desfavorecida, segregada, y constantemente discriminada.

El multiculturalismo en el postmodernismo es una ideología que propone el respeto a las minorías pero sin ofrecerles autonomía. Existe una distancia eurocentrista condescendiente y respetuosa para con las culturas locales, sin echar raíces en ninguna cultura en particular. En otras palabras, este multiculturalismo es una forma de racismo negada, invertida, autorreferencial, un "racismo con distancia": "respeta" la identidad del Otro, concibiendo a éste como una comunidad "auténtica" cerrada, hacia la cual él, el multiculturalista, mantiene una distancia que se hace posible gracias a su posición universal privilegiada. El respeto multiculturalista por la especificidad del Otro es precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad.

En Israel vemos dos culturas, dos tradiciones culturales, dos religiones. Eso no significa que no se pueda convivir y aceptar al otro. Los casos de convivencia en multiculturalismo son complejos, pero no imposibles, y requieren un esfuerzo por parte de las dos comunidades, guiados por los respectivos líderes y enmarcados por un Estado que tenga la voluntad de integrarlos. Sobre la base de la aceptación y de entender al otro, se pueden aceptar las diferencias y construir sobre ellas.

Sin embargo, en el contexto actual las dirigencias no hacen más que construir la diferencia y resaltar las particularidades de cada grupo cultural, contraponiéndolas sin que el sujeto se dé cuenta de la ingeniería que hay detrás de su ideología y que se impone ante y sobre ellos.

Aún a pesar de estas presiones sobre las sociedades y sus representaciones sociales sobre el otro, algunos sectores independientes de la versión oficial crean espontáneamente muestras de consenso y deseos de convivencia que marcan el camino hacia una apertura ideológica.

Varios brotes en la ciudadanía israelí (árabes o palestinos) muestran espontáneas muestras de alternativas hacia la paz. Autogestionadas, creativas y revolucionarias, estas muestras toman relevancia e importancia cuando resaltamos que surgen en un contexto de constante promoción a la violencia y la diferencia hacia el otro por parte de las elites políticas.

Imaginemos, ¿Qué rumbos tomaría la convivencia si el Estado promoviese la paz?

Existen nuevas experiencias que tratan de buscar alternativas y reforzar la idea de la convivencia. Estas corrientes se basan en compartir el conocimiento y la comprensión entre culturas que han sido tradicionalmente rivales, intentan dar el ejemplo de democracia y convivencia civilizada, pues lograron entender que no existe una solución militar al conflicto.

Entre algunos ejemplos podemos nombrar a la Fundación West-Easter Divan (creada por Edward Said y Baremboim), el Alternative Information Center, creado por Michael Warchawsky, un activista judío por la justicia en Israel, y Neve Shalom, una comunidad en donde conviven las dos nacionalidades, y buscan alternativas al estresante estilo de vida de los ciudadanos de Israel.

Estas alternativas espontaneas y autogestionadas son cosas que el gobierno de Israel no puede controlar, porque no las tiene en su concepción. Sostienen la diversidad como riqueza y la idea de aceptar y comprender al otro. “El paso del intercambio de experiencias, de comportamientos, de tradiciones… ese vendrá cuando nos propongamos de verdad mezclar a la población y evitar los barrios y las ciudades uninacionales”, añade Abdessalam Najjar, habitante de Neve Shalom.

Siguiendo este razonamiento, se entiende que un pilar para la convivencia es la educación, pues desde ella deben surgir nuevas maneras de ver la realidad, a sí mismos y al Otro. Una muestra de este cambio en educación es la organización “Mano a mano”, un proyecto de educación paralela centrado en la convivencia.

Lamentablemente, los dos poderes oficiales de cada país, el estado de Israel y la gobernación de Palestina a través de Hamas, promueven una educación basada en el entrenamiento para la guerra. Ese entrenamiento es tanto militar como ideológico, e inculca ideas acerca de la defensa de lo propio y el realzamiento de la propia cultura por sobre la otra cultura inferior, desprestigiando al otro, mostrándolo como irremediablemente distinto.

Entonces, ¿educación para la convivencia o educación para la guerra? En la mayoría de Israel no se enseña árabe ni se pretende hacerlo. Los centros donde se promueve la paz y la convivencia creen que es fundamental que se haga masivo, pues “desde el idioma comienza el entendimiento”, como señala Abdessalam Najjar.

Nuestro comercio con la realidad se encuentra mediado por la ideología. Y la ideología es campo de batalla en el que se disputan posiciones de poder. En este sentido, es importante el aporte de Said para entender como la construcción del otro y de la realidad está guiada por una postura ideológica y política que la sustenta. En “Orientalismo”, habla de la creación del otro estratégicamente diseñada para ser conveniente a una visión del mundo. No se busca generar un pensamiento crítico y plural, sino, muy por el contrario, caracterizar al otro de la manera que más conveniente dentro de las relaciones de dominación entre una cultura y otra. Esta imposición cultural, mayormente discursiva, se practica no solo sobre culturas ajenas, sino también sobre la propia, para reforzar constantemente posiciones y relaciones, sistemas de ideas, ideologías, filtros para ver la realidad.

Un rasgo importante del discurso colonial es su dependencia del concepto de «fijeza» en la construcción ideológica de la otredad. La fijeza, como signo de la diferencia cultural/histórica/racial en el discurso del colonialismo, es un modo paradójico de representación: connota rigidez y un orden inmutable así como desorden, degeneración y repetición demónica. Del mismo modo el estereotipo, que es su estrategia discursiva mayor, es una forma de conocimiento e identificación que vacila entre lo que siempre está en su lugar, ya conocido, y algo que debe ser repetido ansiosamente…”. (Bhabha, Homi. 2002. El Lugar de la Cultura. Editorial Manantial. Buenos Aires)

Conocimiento y dominación son dos caras de la misma moneda. La diferencia entre hombres no existe, sino que está creada, manufacturada, de manera intencional, y que obedece a motivos políticos.

De esta manera abordaré el conflicto entre Israel y Palestina mediante los conceptos de multiculturalismo y de imperialismo cultural o imposición cultural. Articularé las dos corrientes, por un lado, con Said diciendo que el hecho de que existan diferencias irreconciliables entre occidente y oriente es un mito, y esta creado por corrientes intelectuales que proponen generar al otro de una manera funcional a la propia concepción. Esas diferencias son construcciones, no son esenciales, son históricas, contextuales, y pueden revertirse con un sincero acercamiento al otro, a través del conocimiento, del estudio, de la deconstrucción del otro, para de esta manera darse cuenta de que no es tan distinto de lo que entendíamos por “nosotros”.

Las elites políticas y otras presiones externas sobre la sociedad



Decíamos entonces que, delante de la sociedad, de sus representaciones y realidades, de sus concepciones de lo propio y lo ajeno, se imponen ideologías y discursos, que se enmarcan en contextos históricos y culturales inciden en la cosmovisión de los actores sociales.

¿Cómo saber realmente si existe espacio para la convivencia, para el entendimiento con el otro, si constantemente se ven sometidos a estímulos y situaciones que promueven la aspereza y el conflicto?
Said también plantea que el mayor obstáculo para el reconocimiento del otro (ese otro que no es más que un “nosotros” desconocido), son las presiones políticas de los sectores que están en el poder y que tienen intereses económicos, geopolíticos y estratégicos, y que de esta manera hacen grandísimos esfuerzos por mantener posturas y seguir afianzando la idea del otro como enemigo, como contrario a nosotros.

Esa contradicción, impuesta por los intereses políticos, es la que frena y tira atrás todos los intentos de acercamiento, de intentar conocer al otro y convivir, generando violencia, extremismo, vuelve a traer a relucir las supuestas “diferencias historias irreconciliables” y las “heridas de guerra”, viejos resentimientos que generan tensión y fanatismo.

Vemos entonces que en este conflicto es fundamental entender la dinámica de poder de las elites y su expresión discursiva, sobre todo en dirección a sus sociedades y el impacto que tiene esto en la construcción de una realidad que es impuesta ante el sujeto.

Para hablar de cómo la política influye a la ciudadanía, tomaremos las nociones de discurso y poder usadas por Foucault. También tomaremos la relación entre conocimiento y poder.

De esta manera, el discurso se entiende como un sistema de ideas que fija los límites de lo verdadero en un sistema de adecuación social. En las sociedades modernas, los discursos tienen pretensión de verdad. A su vez, esto establece sentimientos de exclusión, que se manifiestan en lo prohibido, demarcando zonas en las que no se puede o no se debe transitar.

Son entonces las elites políticas los mayores obstáculos para la paz, pues son los máximos defensores de las diferencias culturales. A los extremistas (tanto árabes como judíos) les conviene la dinámica de guerra para sostener sus posturas y mantener así el poder que los sostiene.

Siguiendo en la línea de los discursos y pensamientos hegemónicos, ideologías, y como esas ideologías determinan y condicionan tanto la realidad (representaciones sociales) como las formas de pensar y actuar, Juddith Butler dice que las minorías son los focos de resistencia de los discursos hegemonizantes.

Hay fuerzas en tensión por representar mejor la realidad. Hay varias representaciones sociales que buscan “explicar” la realidad, y cada una depende de un sistema de creencias. Según Butler, los medios de comunicación y las políticas de Estado son los principales agentes proveedores de parámetros ontológicos. Son ellos los que influyen a la ciudadanía con sus ideas sobre el mundo.

A través del discurso se establece lo visible y lo no-visible. Lo visible pasa a pujar por instalarse en el repertorio ideológico del discurso oficial, mientras que lo no-visible se establece por exclusión como algo impensado, que queda a criterio del sujeto, pero el mismo se debe hacer cargo de esa representación. Nadie la avalará. Y para el discurso hegemónico, lo no-visible pasa a ser un “contrincante” de la versión oficial, la cual buscará destruir para asentarse más sólidamente como patrimonio de lo real.

Lo no-visible, por no estar instalado en una representación sólida, ni estar avalado por un discurso reconocido, es más fácil de destruir. Las minorías que intenten producir y mantener una representación social propia y autónoma, encontraran grandes dificultades a la hora de sostener ese discurso, pues todo el resto de la ciudadanía lo cuestionará y tratara de destruirlo.

Cuando nos preguntamos “¿porque fracasan los intentos de paz que surgen espontáneamente entre los habitantes de Israel?”, necesariamente tenemos que contextualizar esas expresiones como surgentes dentro de un discurso hegemónico que combate ese tipo de iniciativas. Solo si un ciudadano estuviera tan desilusionado con la fuente de ese discurso (gobierno, líderes, medios) al punto de que duda de su legitimidad, en ese momento cuestionaría su línea discursiva e ideológica y tendría libertad para hacer y pensar nuevas alternativas.

El resto de los habitantes les gritará “traidores”, “antisemitas”, “desagradecidos”, y hasta probablemente intentaran agredirlos, pensando que están actuando de forma defensiva, para evitar que esas ideas se propaguen, sin saber que están reproduciendo la ideología oficial. Lo que queda por fuera del marco es más fácil de destruir. Todo marco, explica Butler, es una forma de excluir y deslegitimar otras realidades.

Butler propone como resistencia ofrecer una forma de contar que mejore la desigualdad que impregna los sistemas dominantes de conceptualización y afecto; por eso llama a la lucha por una libertad basada en la igualdad. Desde este punto de vista, la salida no es la asimilación ni el cosmopolitismo al estilo europeo, sino hacernos conscientes de la heterogeneidad y observar las diferencias.

El Estado ejerce de esta manera violencia ideológica sobre las ideologías más débiles, combatiéndolas y destruyéndolas.

Yendo a un nivel de análisis más concreto sobre las relaciones entre ideología y sociedad, pasaré a repasar algunas dinámicas sociales al interior de la ciudadanía israelí, en donde en la última década se observan tanto consensos y disidencias sobre el conflicto.

El fin de la guerra fría y el proceso de globalización económica, política y también de valores como la democracia y el respeto a los derechos humanos, generaron una serie de cambios en los intereses de algunos sectores israelíes.

Al ganar la guerra fría, occidente y el capitalismo son los ganadores y reparten las cartas en el nuevo orden mundial. Con el paso de los años, los valores del capitalismo se ablandan, así como los castigos a los vencidos, y resurge la piedad contra los derrotados. A los vencedores, no hay nada que les convenga más que prolongar el conflicto, vivir en clima de guerra, que fuerza a la sociedad a extremar sus percepciones, a elegir. Al no haber guerra, los valores vencedores se van durmiendo en sus laureles y le dan segundas oportunidades a los vencidos. Así, luego de años de la victoria capitalista, surgen valores que parecen ajenos a su ideología. Nuevos brotes dentro del clima vencedor que son ajenos a él, crecen en su seno pero tienen autonomía. Pueden independizarse de su origen, y eventualmente volverse contra él.

Volviendo a las nuevas ideas de la sociedad israelí, en los laureles de la victoria, muchos bastiones de la ideología de guerra ultra nacionalista, sionista y tradicionalista empiezan a perder sentido, y varios sectores, relacionados a las nuevas generaciones buscan insertarse en el mundo y dejar de lado el conflicto.

Ahora, la soberanía, el poder y la seguridad pasan a otros ámbitos, lejos del militar, pues la oposición palestina no significa una amenaza. La ideología pasa a ser ahora un obstáculo que impide la persecución de nuevos objetivos.

Nuevas capas de la población buscan dejar atrás el conflicto con los árabes y los palestinos para evitar el boicot contra Israel y atraer nuevos capitales y flujos financieros, y están dispuestos en transigir en temas que antes parecían intocables. Estos grupos se vieron representados por el laborismo.

Sin embargo, los rebrotes de violencia hacen resurgir todo el odio y el temor generados por la guerra interminable contra los árabes, y hacen que todo ese “progresismo” se oculte dentro de los discursos tradicionalistas que proponen terminar de ocupar Palestina y priorizar la seguridad.

Este es el conflicto por la acumulación de poder en la sociedad israelí. Entre los grupos centrales de estas elites políticas debemos nombrar a los sionistas originarios, el Likud (ala extremista de derecha) y el sector militar-industrial. Los gobiernos de derecha centran su poder en el control y colonización de los territorios palestinos, y no pueden resignar a ese discurso pues ello supondría renunciar a un importante recurso en la competición por la acumulación de poder, que es el discurso nacionalista. En el sector militar-industrial se acumula poder en la fuerza del ejército, que en Israel tiene importante preponderancia. Este grupo hace todo lo posible para que el ejército mantenga un papel protagónico en la sociedad, lo cual significa alimentar el discurso colonial y el sionismo más extremista, pues ello implica que el ejército actué para mantener los territorios ocupados y la seguridad. Se trata de seguir alimentando el conflicto la colonización y el nacionalismo.

Estos tres grupos, nacionalistas y tradicionalistas, refuerzan su anclaje en la sociedad por medio de la diferenciación del árabe. Desde los orígenes del estado de Israel se han trazado diferencias culturales orientalistas hacia la población árabe y sefaradí en general. Esto tiene fuentes en el colonialismo europeo que se vanagloria de ser un bastión de civilización contra la barbarie asiática, africana y árabe. El racismo colonial respondía a la necesidad de justificar moralmente lo que se sabía que era injusto.

Entonces, la paz será posible cuando el poder en Israel se centre en otro lugar que no sea el nacionalismo territorialista. Eso permitirá a las elites israelíes poder discutir la alternativa bi-estatal sin verse obligadas a sacrificar su poder político. Mientras el poder en Israel este cimentado sobre esa ideología, no habrá negociaciones reales.

Mientras tanto, Gaza hoy por hoy es una prisión de un millón y medio de personas, donde no hay seguridad ni derechos básicos, y la ciudadanía israelí apoya esta situación. No hay justificación racional para lo que sucede en Gaza, y sin embargo los israelíes lo avalan. No hay otra explicación más que decir que la ideología del estado de Israel se ha asentado férreamente en el imaginario israelí reflejando la fortaleza, rigidez y absolutismo del Estado israelí que se reproduce en el absoluto dominio de la representación social generada hacia su sociedad.

Tan absoluta es que no hay espacio para la izquierda, para el pensamiento disidente, ni para las alternativas creativas. Y sin embargo sería un error pensar que esto se debe a una forma de ser especifica del israelí; decir que son un pueblo cerrado, obtuso e indiferente; sería un error decir que su naturaleza es odiar al árabe, que no puede convivir con él. Es solo un eco de la fuerte ideología fomentada durante generaciones por un Estado israelí agresivo y casi totalitario en la deliberada ingeniería y producción de las representaciones sociales.

Repensando el camino hacia la paz



Iniciamos este trabajo diciendo que el fracaso de la década de las negociaciones por la paz vino acompañado por un retroceso en las relaciones y en las perspectivas de paz, con más guerra, ataques y represalias, con más crecimiento de las elites extremistas que se benefician por el conflicto.

Sin embargo, como se señaló al principio, es posible vislumbrar nuevos movimientos que buscan alternativas al estancamiento de las ideas de paz de parte de las elites políticas y otros sectores de la comunidad política occidental, y es preciso analizarlas y alumbrar desde la teoría las voluntades sociales que intentan reabrir el camino a la paz y a la resolución del conflicto.

Intentaré repasar los actores que influyeron en el fracaso de la paz durante la década de los 90’ y los que pueden construir nuevas alternativas para la convivencia.

Como ya se dijo, quienes lo obstaculizan son todos aquellos que se sienten cómodos con la situación de guerra y no se atreven a cambiar, porque eso les evita el problema de tener que reconstruir su poder político,  así como reconocer a su rival y tener que negociar con él. Para un importante sector de Israel la guerra es la excusa perfecta para retrasar cualquier alternativa de negociación.

El principal núcleo del conflicto, quienes tienen la llave para destrabarlo de una vez por todas, son las elites israelíes que detentan el poder político. Son quienes se empeñan en mantener y expandir la ocupación, quienes promueven la diferencia y la no inclusión del palestino, quienes toman medidas colonialistas extremas que mantienen en condiciones de vida insanas a toda la población israelí. Estas medidas agresivas muestran poco de comprensión y mucho de prepotencia. Mientras el poder de las elites esté construido sobre esta actitud ultra-nacionalista y colonialista, la posibilidad de la paz será remota.

Israel se empeñó durante años en lograr que todos lo reconozcan. Ahora se empeña en evitar que Palestina se establezca como Estado (aunque ya es una Nación), y bloquea todos los elementos que le permitirían a Palestina lograr autonomía y autodeterminación. Por ejemplo, Israel teme a Muhammad Abbas, el líder de la autoridad nacional palestina ANP, quien es el más dispuesto a negociar y buscar soluciones diplomáticas, y no teme tanto a Hamas, en la medida que Hamas completa a Israel; es la otra pata de la guerra, de la beligerancia, de la intolerancia, del conflicto armado; el islam político es funcional para Israel, pues promueve el tradicionalismo y la defensa de lo propio a través de la fuerza, y aplaca a los nuevos pensadores palestinos que están dispuestos a buscar conciliaciones y puntos medios por el camino de la democracia y la organización civil. Estos nuevos pensadores son jóvenes que nacieron con el conflicto ya instalado, nunca conocieron la vida antes de 1947, nunca se les arrebato nada; solo quieren buenas condiciones de vida.

Este camino puede abrir nuevas puertas, la férrea voluntad del pueblo palestino en su lucha por el reconocimiento y el derecho a existir. La sociedad palestina muestra señales de civilidad y acciones comunitarias en busca de objetivos claros. Quieren el fin de la ocupación y recuperación de territorios. Ya no pesa tanto la venganza, que quemaba en carne viva en la generación anterior, y si los sueños de recuperar la tierra. La unidad palestina es loable, a pesar de las tensiones, Hamas y Al Fatah’ se han mantenido unidas con un objetivo en común en pro del consenso de su pueblo.

En ese sentido, la sociedad israelí debe dar un paso al frente, pasar a ser un sujeto activo y dejar de ser un objeto de dominio de las elites israelíes. Sin embargo, y a diferencia de la sociedad israelí, la sociedad palestina actúa en base a objetivos propios y autónomos, actúa como sujeto y no como objeto, tiene capacidad de entender una relación de poder, en donde exigen sus derechos, y en ese sentido a las elites políticas les es mucho más difícil imponer su influencia. Aquí la población es protagonista.

En el camino hacia la paz, no todas las partes tienen el mismo peso en las responsabilidades. El gobierno israelí y Estados Unidos encabezan las responsabilidades, luego la Unión Europea y luego la sociedad palestina, en menor medida. Son pocas las cosas que puede hacer Palestina, pero debe mantenerse unida en su reclamo, y no hacer cosas que puedan restar o trabar la dinámica de las negociaciones (como la violencia y las reacciones a las provocaciones).

La sociedad palestina debe ser más pragmática y tomar lo que le den y construir desde ahí. La compensación será injusta pero deben salir de la situación de crisis, debe pensarse como el mal necesario para salir del conflicto y empezar un proyecto político.

Los palestinos, junto con la comunidad internacional, deben hacer lo posible por promover a los grupos dentro de la sociedad israelí que buscan la paz, pues solo de ellos es la opción de poder empezar a socavar y debilitar a las elites israelíes. Solo desde la sociedad israelí puede venir el cambio, porque son ellos los que sostienen a la política de Israel. Sin embargo, aquí se da una doble dinámica, en donde, por un lado, la sociedad israelí le da poder al gobierno, y por otro, las elites políticas israelíes influyen y construyen las representaciones sociales de la sociedad, reconstruyendo constantemente la cimientos de su poder.

Es imperativo que le ciudadanía palestina encuentre amparo en el reconocimiento de un Estado que vele por sus derechos.

En la modernidad se armaron Estados y luego se los relleno con Naciones. Israel siguió esa lógica de una manera tal vez demasiado literal. Palestina, por el contrario, era un conglomerado de naciones sin la infraestructura estatal necesaria para mantenerlos unidos. Ahora los palestinos son una nación dispersa, que busca el marco de un Estado para restablecerse en el escenario político.

 “La pertenencia a una nación hace hermanos a sus participantes. Funda un vínculo de solidaridad entre ellos, entre personas que hasta el momento habían permanecido extrañas las unas de las otras. El mérito del Estado-Nación es que resolvía dos problemas en uno: hizo posible una forma más abstracta de integración social sobre la base de un nuevo modo de legitimación.” (Habermas. La inclusión del Otro. Pag 88)

Sin embargo, la alternativa del único estado bi-nacional parece no ser la mejor salida. Al respecto, Noam Chomsky dice que no se puede homogeneizar una sociedad culturalmente distinta. Los Estados-Nación han tratado de englobar dentro de una frontera poblaciones distintas.  Chomsky destaca ejemplos en donde esos experimentos no han dado buenos frutos. Destaca a su vez los procesos de varios países de Europa en donde florecen autonomías regionales en pro de la identidad cultural.

Un caso uniestatal en Israel desembocaría en el modelo estadounidense: exterminio y expulsión de la población indígena. Según el autor, lo más sensato sería abogar por dos estados y territorios independientes.

Desde 1971, Israel tomo la decisión de ir en pos de la expansión y no de la paz. Esa decisión fue sostenida desde ese momento hasta el presente. El crecimiento (por medio de la invasión y expropiación de territorios) sin embargo costó años y años de guerra, inseguridad, tensión, stress, todos síntomas que su sociedad padeció, llevando a un nivel de paranoia insano. Bajo ese clima se gestaron las nuevas generaciones de israelíes, creciendo entre tensión, mentiras y falsas imágenes sobre “nuestro enemigo” palestina y el pueblo árabe.

El gobierno israelí, apoyado por Estados Unidos, intenta en todo momento presentar una sociedad palestina sumergida en el caos y la violencia, pues de esta forma espera justificar el mantenimiento de la ocupación y las políticas represivas.

Las generaciones jóvenes sienten que Israel ha actuado mal. Los tradicionalistas promueven defenderse mediante el ataque pues temen que los palestinos se vengaran, puesto que tienen una mentalidad desconfiada y beligerante. Sin embargo, las nuevas generaciones deben superar esa barrera. Los ataques quedaron atrás, las venganzas, los odios, ahora se debe buscar la convivencia.

El pueblo árabe necesita reivindicación, necesita un lugar donde existir pleno de derechos, y eso no puede lograrlo en la Israel ocupada, o en los terrenos ruinosos de Gaza y Jerusalén. Año tras año hemos presenciado la aniquilación o invalidación política de los ciudadanos palestinos en Israel. La única salida es la coexistencia, y esto sólo es posible si todos sus ciudadanos gozan de los mismos derechos, y se sienten pertenecientes de la ciudad, participando como comunidad política, sin que ninguna minoría se sienta segregada.

Es fundamental que los cambios en la ideología se acompañen debidamente por reformas en el campo de la educación, en donde se inculque al sujeto el camino a la integración y aceptación del otro. Debe haber una revolución cultural en donde se repiensen todas las relaciones judeo-árabes, con un cambio en la enseñanza escolar y con políticas de inclusión y de respeto mutuo.

Es imposible, en una tierra multicultural, multiétnica, y multireligiosa realizar la fantasía de un Estado puramente judío o de un Estado puramente árabe-musulmán, por tanto sólo queda un camino posible tras el fin de la ocupación y del inicio del reconocimiento del Otro, y es empezar a hablar de compartir la tierra que los ha unido, de una manera auténticamente democrática, con iguales derechos para todos los ciudadanos; así, poder empezar a hablar sobre la idea y la práctica de una ciudadanía laica y secular, y no de una comunidad étnica o racial.

La ciudadanía palestina e israelí debe autorizar a un judío-israelí y a un árabe-palestino a gozar de los mismos privilegios y recursos. En conjunto, ambas sociedades deben luchar por la igualdad de derechos, por una comunidad o un Estado en el que todos sus miembros sean ciudadanos iguales, donde el concepto subyacente sea una noción secular de ciudadanía y pertenencia, y no una esencia mitológica cuya autoridad se derive de un pasado remoto, sea cristiano, judío o musulmán.















Bibliografía


Bibliografía Obligatoria


•          Ayubi, Nazih (2000) “Perspectivas de democracia: ¿contraataca la sociedad civil?”, en Política y sociedad en oriente próximo: La hipertrofia del estado árabe, Barcelona, Bellaterra.
•          Ben Ami, Schlomo (2006) “La etapa Barak, en Cicatrices de guerra, heridas de paz”, Barcelona, Ediciones B.
•          Hernández, Domingo (1991) "Israel y Palestina en el nuevo orden regional", en Revista de África y Medio Oriente, Vol.8, Nº2, La Habana. 
•          Hroub, Khaled (2003) “Hamas y la intifada: la supervivencia gracias a la agudización de la crisis”, en AAVV, Informe sobre el conflicto de Palestina. De los acuerdos de Oslo a la Hoja de ruta, Editorial del oriente, Madrid.
•          Irving Jensen, Michael (2007) “Reislamización de la sociedad palestina”, en Estudios De Tierra Santa V 2, N° 2 11/2007, Editorial Canaán.
•          Mourad, Kenize (2003) “El perfume de nuestra tierra”,  Espasa Libros.
•          Naqaví, Alí Muhammad (1987) “Islam y nacionalismo”, Alborada, Buenos Aires.
•          Nohad ‘Ali (2004) “El Islam Político en un estado judío étnico”, en Estudios De Tierra Santa V 3, N° 1 05/2004, Editorial Canaán.
•          Reinhart, Tanya (2003) “Los acuerdos de Camp David, realidad y mito, en Israel-Palestina: cómo acabar con el conflicto”, Barcelona, RBA.
•          Said, Edward (1990) “Orientalismo”, Libertarias, Madrid.
•          Said, Edward (1995) “Gaza y Jerico: Pax Americana”, Txalaparta, Navarra.

Bibliografía adicional


•          Alvarez Ossorio, Ignacio; Izquierdo, Ferran (2007) “Porque ha fracasado la paz”, Catarata, Madrid.
•          Bhabha, Homi (2002) “El Lugar de la Cultura”, Editorial Manantial, Buenos Aires.
•          Butler, Judith (2011) “Violencia de Estado, guerra, resistencia: Por una nueva política de la izquierda”, Katz, Madrid.
•          Chomsky, Noahm; Pape, Illan (2010) “Gaza en crisis”, Santillana.
•          Habermas, Jurgen (1996) “La inclusión del otro”, Paidos, Barcelona.
•          Said, Edward (1994) “La pluma y la espada”, Siglo XXI, Mexico DF.
•          Said, Edward (1996) “Paz y sus descontentos” Random House, Usa.
•          Said, Edward (2002) “Palestina: Paz sin territorios”, Txalaparta, Tafalla.
 •         Said, Edward (2007) “De Oslo a Irak. El fracaso del proceso de paz”, Random House, Usa.
•          Said, Edward (2013) “Nuevas Cronicas Palestinas: El fin del proceso de paz (1995-2002)”,  Penguin Random House Grupo Editorial España, Madrid.
•          Warshawsky, Michael (2002) “Israel-Palestina: La alternativa de la convivencia binacional”, Viento Sur, Madrid.
•          Warshawsky, Michael (2004) “A tumba abierta. La crisis de la sociedad Israelí”, Icaria Editorial, Barcelona.

•          Zizek, Slavoj. (2003) “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional”, en: Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Buenos Aires: Paidós. 

lunes, 11 de agosto de 2014

Convivencia entre árabes y judíos en medio oriente (Parte I)

Convivencia entre árabes y judíos en medio oriente, ese enigma de la historia contemporánea.


Parte I

Cuando uno mira la historia reciente, no puede dejar de notar que hay un conflicto que se mantiene hace muchos años (más de 67) y no parece terminar jamás. La guerra entre Israel y Palestina puede bajar su intensidad o entrar en mesetas que son como la calma que antecede a la tormenta, porque tarde o temprano siempre recrudece, cruentamente, consternando al mundo, cada vez más con la difusión mediática que tienen los fenómenos sociales hoy en día gracias a la gran facilidad que ofrecen las redes sociales para ello.

Uno no puede evitar preguntarse: ¿qué pasará con este conflicto? ¿Cómo se resolverá? ¿Por cuánto tiempo se resolverá antes de volver a estallar? ¿Puede realmente solucionarse? ¿O solo se puede llegar a algún desenlace por las malas?

Qué difícil es pensar la realidad de medio oriente. Cuando uno comienza a analizar los hechos históricos, se encuentra con una cantidad de factores considerables que hacen que la tarea no sea sencilla. Religiones distintas en disputa, Herencias Históricas, Relatos Culturales, Hábitos Sociales, Historia del Judaísmo, Emergencia del Sionismo, Decadencia del Imperio Otomano, Panarabismo, Acuerdos Internacionales, Colonialismo Moderno, Colonialismo Postmoderno, Geopolítica, Economía Transnacional, Petróleo.

La complejidad para el analista parece no tener fin.

El conflicto es viejo y sus orígenes casi se nos escapan. Muchos ni siquiera saben porque empezó siquiera. Los más jóvenes nacieron con el conflicto ya instalado y dependen de sus padres y de la información que pueden interceptar para poder contextualizar esta guerra, darle algún sentido social.

Esta imagen (que muestra una progresión de la invasión Israelí en ¡4 años!) puede funcionar de introducción para empezar a entender el conflicto:



¿Creen que Israel se quedó con lo que había conseguido? Piénsenlo dos veces. Aquí otro mapa con los avances que siguieron y la situación actual:



A la hora de tratar de entender porque este conflicto es tan único y particular para la historia reciente de la humanidad, debemos considerar sus aspectos más extraños. El más saliente de ellos es la interculturalidad.

Debemos resaltar que son dos culturas completamente distintas, casi opuestas. Un concepto que estoy trabajando específicamente para esta situación intenta adentrarse en la relación viciosa y contradictoria en que están entabladas los dos sectores: Sociedad Dual. En un mismo territorio, coexisten dos sociedades. Dos mundos culturales. Dos universos que no quieren saber nada del otro, no quieren entenderse, integrarse, no quieren resignar sus posiciones para no quedar como débiles ante sus pares.

Esto hace aún más difícil la idea de la convivencia y pone cada vez más lejos la perspectiva de paz. Si ni siquiera se soporta la coexistencia, pareciera que la única salida es la desaparición de uno de los dos. Y esta idea se potencia cuando, desde las dos partes, es la opción más deseada. Ambos actores quieren no solo que desaparezca el rival, sino ser ellos los que ejecuten su desaparición.



 (Rovere, Cristian. 2014, Buenos Aires, Argentina. ©)

El virus de la visibilidad social


-Seccion "Porque nos pasa lo que nos pasa"

El virus de la visibilidad social


La Hiper-Interaccion y la significación social

En la sociedad actual pasan cosas raras. Y pasan rápido, como una estrella fugaz, tan rápido que casi dudamos si realmente paso o fue un reflejo producto de nuestra mente confundida.

Las cosas se arman y desarman casi independientes de los hechos concretos, independientes de la realidad, porque el imaginario social las construye a través de entramados de conexiones digitales masivas e instantáneas que transmiten en tiempo record sensaciones, mensajes, videos y noticias (muchas veces tergiversados o malinterpretados).

Las teorías sociológicas del sentido común hablan de que la construcción de las representaciones sociales que rondan en las sociedades se alimentan de la circulación que tienen esas ideas de persona en persona, de la puesta en discusión de un elemento que pasa del boca en boca a instalarse en el imaginario conceptual de una sociedad.

El sentido social de un elemento se construye en la interacción. En la puesta en juego de un concepto, el mismo toma la significación que los actores sociales le dan al usarlo, y de esa manera se asienta, se redefine y continúa su recorrido. Entonces, mientras más circula una idea o noción, más se vuelve real.

Pero en la sociedad actual la velocidad de circulación convierte este circuito en un caos ideológico y significante: las cosas se viralizan de un segundo al otro, y pasa a ser tema nacional porque Messi no saludo al nene en la fila camino al partido, o unas niñas raptadas en Nigeria, aunque solo importe por unas horas y después caiga en el olvido.

Se arma un revuelo que dura lo que un estornudo, y luego aparece un nuevo video divertido o una nueva noticia escandalosa, y así se van acumulando en un canasto llamado “memoria a corto plazo” que rebalsa en poco tiempo y la vamos vaciando con regularidad.

Es que realmente no nos importa. Como no le importa tampoco a Emma Watson, Michelle Obama o Anthony Keiths, que aparecieron con unos carteles “hashtageando” la frase bring our gils back (traigan de regreso a nuestras chicas).





Primero que nada, saquémosle la careta a esta modalidad social: no nos importa realmente, ni el niño que quedo con el corazón destrozado cuando Messi no lo saludo, ni las madres de las niñas secuestradas, ni el verdadero motivo de porque las secuestraron. No sabemos ni siquiera donde queda Nigeria, ni qué tipo de gobierno tiene, ni su situación socioeconómica.

Hay mucha gente moralista que difunde temas para proyectar la idea de lo que creen que son para que el resto de la gente los considere comprometidos o involucrados con la realidad social. Pero no más que eso, una pretensión. Al que realmente le importa se va a Nigeria con un arma y las rescata. O hace una movida genuina, comprometida, dispuesta a todo.

Hay muy pocas personas que son así. Pero las hay. Para el resto, los que estamos acá sin saber qué hacer, al menos no nos mintamos a nosotros mismos. No tenemos la voluntad, no tenemos la decisión. Tenemos una consideración, una preocupación, pero no es más que eso.

Segundo, publicarlo en twitter no va a servir de nada para que liberen a las niñas en Nigeria, sino justamente todo lo contrario, les va a dar más atención para que sigan raptando gente como medio de extorsión para conseguir lo que quieren. Ya sé que Twitter ha servido mucho en distintas organizaciones sociales, marchas y revoluciones, como la primavera árabe o el movimiento de los indignados en España, pero a veces no es otra cosa que negocios que se aprovechan de la buena voluntad de la gente.

La mitad de las cosas que se viralizan son mentira, están editadas, o tergiversadas. Son engaños del momento que la pagina que viraliza utiliza para llenar su página de visitas y cobrar por ello. Si, las paginas cobran por cada visita que les hacen. Por eso nos engañan con noticias agrandadas o falsas (se ve mucho, por ejemplo, un titular que dice “¡Mira lo que le paso a esta chica con el escote en pleno programa!” y después entras y no había pasado nada, solo se estaba acomodando el pelo).

En fin, asi estamos.

Viralizados.


 (Rovere, Cristian. 2014, Buenos Aires, Argentina. ©)